Como si fuera poco el huracán María, que devastó Dominica, las Islas Vírgenes americanas y Puerto Rico, la naturaleza se manifiesta violenta desde las entrañas de la tierra, con un terremoto de devastadora magnitud en la Isla del Encanto. El primero de los desastres naturales que ha afectado a Puerto Rico en los últimos tiempos, el pavoroso huracán María, reducido a categoría 4, entra a las 6:15 de la mañana del 20 de septiembre del 2017, por las cercanías de Yabucoa, con vientos de 250 km/hora. “Puerto Rico sufrió daños catastróficos y una gran crisis humanitaria; la mayor parte de la población de la isla sufrió inundaciones y falta de recursos, agravada por el lento proceso de alivio. La tormenta causó el peor apagón eléctrico en la historia de los Estados Unidos, María fue el tercer huracán principal consecutivo que amenazó a las Islas de Sotavento en dos semanas” Casi un año después, miles de hogares y empresas carecían de energía eléctrica. Los muertos, en cambiante cifras, contabilizaron al final en 2975 personas fallecidas como consecuencia del fenómeno. El segundo grito violento de la naturaleza, se expresa a las 4:24 de la mañana del martes 7 de enero próximo pasado, con una potente sacudida de 6.4, en la escala de Charles Francis Richter, que mide la magnitud, de manera arbitraria de los movimientos telúricos. A partir de 1978, para magnitudes superiores a 7 se utiliza la escala sismológica de magnitud de momento, para discriminar de manera más precisa albores extremos. Al fin y al cabo no existe equipo capaz de medir el estado de terror en que ha sumido esta última manifestación violenta de la naturaleza, la tranquilidad de la población. Se podrán cuantificar daños, intensidades, frecuencias, desplazamiento de terreno, energía liberada, profundidad, oscilaciones, probabilidades etc., pero nada puede valorar el estado de terror constante y sostenido que afecta a nuestros hermanos residentes en Borinquén, disparando los aspectos personales más vulnerables de la psiquis. Dormir, con la capacidad reparadora que está acción debe producir, está ausente desde fines del pasado año cuando comenzó esta inusual pesadilla de secuencia sísmica sin final. Se ha teorizado mucho sobre la situación de una isla colocada entre dos grandes fosas atlánticas y en el ombligo de la unión de la placa tectónica del norte y la del sur, y su actividad de desplazamiento de una sobre la otra. En una sacudida se manifiesta el natural instinto conservador, que prima sobre todas las instrucciones racionales difundidas. Hay que vivir un momento de esta índole para pretender entender porque se recurren a las referencias interiores más profundas que dan certeza y seguridad, ante la impotencia humana de enfrentar los demonios naturales, perturbados al extremo. Nuestro clamor porque la tranquilidad y paz retornen al corazón de nuestros, de por sí alegres, hermanos de Puerto Rico..

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