Cada cuál nace con su luz propia. Lamentablemente, vivimos en una sociedad que no la acepta. Por un lado, algunos quieren pisotearnos para estar arriba… aunque no les signifique subir. Por otro, nos exigen tanto en lo que desean, que no nos permiten desarrollarnos en lo que somos talentosos.

Y nunca faltan los que no creen en nosotros y nos hacen creer con ello que no seremos capaces.

Vamos por partes:

El último grupo mencionado: Padres, familiares, profesores, etc. Se dan a la tarea de creernos incapaces. Ya sea porque no conocen nuestra capacidad, por ser tan ignorantes que no reconocen que podemos alcanzar lo que nos proponemos o, entre otras tantas razones, por sentirse superiores y creernos, por lo tanto, inferiores.

Los que nos pisotean: Tienen una baja autovaloración. No se ocupan de subir. No permitir que los otros los alcancen es suficiente para ellos. Los notamos cuando tienen frases que quitan valor a lo que hacemos.

Las exigencias en el camino equivocado: Quieren que seamos lo que nuestros padres son. En ocasiones, lo que han sido varias generaciones anteriores. O que practiquemos un deporte en el que ellos no alcanzaron la gloria, con la esperanza de que los hagamos más que millonarios.

Según la personalidad de cada uno, estas presiones juegan un papel diferente. Para algunos les servirá de reto. Para otros, será una catástrofe.

Digo que les tiran mantas por encima hasta que la luz no se vea. Pero nunca la podrán apagar. Siempre estará ahí, cubierta, pero llena de intensidad.

Es hora de zapatearse y quitarse tantas mantas. Es el momento de entender que tenemos la luz encendida. Debemos buscar lo que sí podemos desarrollar… aquello que quizá hasta nos encanta hacer.

Quédate con las opiniones y sugerencias de los que sí creen en ti. Ellos te harán creer en ti. ¿Y sabes qué?
Si crees, puedes. ¿A quién buscarás hoy para hablar de ti y tu potencial?

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