En la larga transición a la democracia que sobrevino al ajusticiamiento del tirano Rafael Trujillo, los dominicanos no hemos logrado organizarnos como una democracia moderna, capaz de hacer efectiva la prestación de los principales servicios y beneficios que debe reportar el sistema a los ciudadanos.
Los beneficios de los que ha carecido históricamente el pueblo dominicano reflejan que tenemos pendiente la tarea de formarnos como Estado social y democrático de derecho, cual postula la Constitución vigente desde 2010.

Bosch atribuía esa situación a la falta de conciencia social de nuestras clases dirigentes. Otros estudiosos atribuyen las deficiencias que alternamos con capacidades, a la herencia aventurera de los españoles que colonizaron estas tierras.

En los tiempos modernos hemos exhibido altos niveles de potencialidad para la iniciativa productiva, gracias a lo cual llevamos decenas de décadas exhibiendo un crecimiento económico positivo, cuyos beneficios hacia el pueblo se han visto mermados por los déficits de las finanzas públicas.

Mas esos déficits son apenas una parte de las carencias que acusa nuestra sociedad. Hay, como enunciamos antes, un severo déficit de servicios que venimos arrastrando por largo tiempo, incluyendo la seguridad ciudadana, calidad de la educación, deficientes sistemas de salud y seguridad social, el tránsito urbano, agua potable y corriente, la provisión de energía eléctrica, ordenamiento territorial, y un largo etcétera.

En paralelo con todas esas deficiencias, que existen al margen del debate y los lentes políticos con que se miren, hemos padecido el mal de la corrupción y la impunidad y niveles de desorganización y deterioro de la función pública, que nos dejan muy mal parados como democracia moderna.

En ese contexto el presidente Luis Abinader arriba al poder, con el país y el mundo inmersos en la terrible pandemia de COVID-19 y sus negativos efectos en la existencia humana, enfrentando la situación con tal eficiencia que RD pasa a ser ejemplo de otras muchas naciones.

El presidente sanea la gestión pública, fortalece la independencia del sistema judicial, adelanta una reforma policial con participación de la sociedad civil e impulsa e irradia bríos y esperanza a todo el país con su apoyo al turismo, a las inversiones criollas y extranjeras, la reactivación del empleo, y otras buenas notas.

Con ese aval propone al país la concertación de un conjunto de reformas institucionales, económicas y sociales que tienen por objetivo responder con eficiencia a las viejas deficiencias y nuevos desafíos que tiene por delante el país.

La conducta, la apuesta y los hechos del Presidente marcan un tiempo propicio para ver el vaso medio lleno.

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