Los que auspician la campaña publicitaria de “Muy pronto 1 millón de familias estarán TRANQUILAS Y FELICES”, con un letrero en la Avenida Winston Churchill con la calle Heriberto Núñez, y habrá que ver adonde más, entienden que los dominicanos somos unos pendejos estúpidos. La figura de la mujer con el niño en brazos corresponde a una haitiana, con espejuelos, para confundir. La criatura tiene toda la carga genética resumida de los del lado oeste de la frontera, como niño haitiano típico. Se refieren a 1 millón de familias de al menos 4 miembros, y haga usted el ejercicio matemático para imaginar adonde y como los meterán.

El llamado Plan de Contingencia Final, del Instituto Nacional de Migración de la RD, corresponde a una estrategia para albergar y proteger migrantes haitianos, elaborado en el 2019, con la coordinación técnica de la ONU y además con su ayuda financiera y las ideas de todos los satélites que giran alrededor del Alto Comisionado para las Migraciones. Auspician la eliminación de la frontera y la obligación del Estado Dominicano de asumir una insostenible carga migratoria.

La visita del Primer Ministro (y sus solicitudes) refuerzan la idea de que algo se cuece, que no es inocente ni simple. “Mete er deo aquí que la cotorrita no ta’i” parecería significar este todo avieso, pero parecen no contar con la reacción de los dominicanos que vemos en las acciones de la ONU, la materialización de un perverso plan que anularía la existencia del Estado Dominicano como lo conocemos hoy.

Danilo Medina no firmó la adhesión del país, a un plan global, dizque no vinculante, en la que nos obligábamos a darle condición de “refugiados” a los migrantes haitianos, con compromisos que asumiríamos sin poder cumplir. Ello conllevaba otorgarles derechos por encima de los que la propia Constitución da a los criollos y obligaciones incumplibles al Estado Dominicano.

Para estos planes cuentan con comprometidos dominicanos vendepatria, dispuestos a destruir los cimientos de nuestra nación. Demasiado carga representa la invasión por el útero de las haitianas que vienen en tropel a parir a nuestros hospitales y la presencia de un indeterminado y creciente número de haitianos, cuya presencia se nota en los lugares más remotos, con su carga destructiva de insalubridad, hacinamiento, enfermedades, promiscuidad de núcleos sin educación, con extraña religión y condicionantes creencias, como suma negativa a los problemas que como nación arrastramos.

Creo que la indiferencia no es solución. Nuestras fuerzas vivas deben manifestarse y demostrar que esos planes no son viables y que nuestro país no es comodín para solucionar problemas que no nos corresponden, ni espacio para “tranquilizar” familias haitianas de cuyas situaciones no somos responsable El propio plan contempla que se movería una masa humana en busca de “protección y refugio” con “soluciones oportunas” de nuestra parte. ¿Y Pompeo?

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