Armstrong admite dopaje

CHICAGO (AP) — Lance Armstrong finalmente lo admitió. Se dopó.

CHICAGO (AP) — Lance Armstrong finalmente lo admitió. Se dopó.

Armstrong no dio muchos detalles ni ofreció nombres. Conjeturó que probablemente no habría sido descubierto si no hubiese decidido regresar al deporte en el 2009. Y dijo que supo que su suerte estaba sellada cuando su viejo amigo, compañero de entrenamientos George Hincapie, que participó con él en sus siete triunfos en el Tour de Francia, fue forzado a denunciarle ante las autoridades anti-dopaje.

Pero desde el inicio y más de 20 veces durante la primera parte de la entrevista con Oprah Winfrey, transmitida el jueves, el ex campeón de ciclismo admitió que había mentido sobre ello reiteradamente durante años y que él fue el líder de un minucioso esquema de dopaje en un equipo del Servicio Postal estadounidense que le llevó al tope del podio en Francia una y otra vez.

«¿Y en el momento no te pareció que estaba mal?», preguntó Winfrey.

«No», replicó Armstrong. «Da miedo».

«¿Te sentiste mal por lo que estabas haciendo?», insistió Winfrey.

«No», dijo. «Aún peor».

«¿Sentiste de alguna manera que estaban haciendo trampa?».

«No», dijo Armstrong tras una pausa. «Eso es lo peor».

«Yo busqué la definición de trampa», añadió momentos más tarde. «Y la definición es ganar una ventaja sobre un rival, Yo no lo consideré así. Yo lo consideré hacer lo necesario para emparejar las cosas».

Luciendo una chaqueta azul y una camisa con el cuello abierto, Armstrong fue directo en sus respuestas, y no estuvo defensivo ni afligido. No hubo lágrimas y muy pocas risas.

Evadió pocas preguntas y se negó a implicar a nadie más, incluso tras decir que era humanamente imposible ganar siete tours consecutivos sin doparse.

«No me gusta la idea de hablar de otras personas», dijo. «No quiero acusar a nadie».

Aún es muy pronto para saber si esta confesión televisada va a ayudar o dañar la vapuleada reputación de Armstrong y su ya tenue defensa en al menos dos demandas legales pendientes, y posiblemente una tercera. De cualquier modo, una historia que parecía demasiado linda para ser cierta — la de un sobreviviente de cáncer que ganó una de las pruebas más duras del deporte siete veces seguidas — resultó ser incierta.

Winfrey arrancó la entrevista directamente en el meollo, haciendo cinco preguntas cuyas respuestas podían ser simplemente sí o no.

¿Usó Armstrong substancias prohibidas? «Sí».

¿Usó EPO (la droga que estimula la producción de glóbulos rojos)? «Sí.»

¿Se sometió a transfusiones y dopaje sanguíneo? «Sí».

¿Usó testosterona, cortisona y la hormona del crecimiento humano? «Sí.»

¿Lo hizo en todas sus victorias en el Tour de Francia? «Sí.»

Durante todo ese tiempo, Armstrong aliena a compañeros de equipo que cuestionan esas tácticas, al tiempo que juraba que estaba limpio y trataba de silenciar a cualquiera que lo negase. despiadado y lo suficientemente rico como para ajustar cualquier cuenta, ningún lugar pareció fuera de su alcance — tribunales, la corte de la opinión pública, e incluso las rutas de la carrera más prestigiosa de su deporte.

Esa afán incansable es lo que Armstrong dice lamentar más.

«Es una enorme falta. Se trata de un hombre que esperaba conseguir todo lo que quería y controlar todos los resultados. Y eso es inexcusable. Y cuando digo que hay personas que van a oír esto y nunca me van a perdonar, también lo entiendo. De veras».

Las autoridades anti-dopaje han dicho que solamente una confesión bajo juramento — «no hablando con una anfitriona de televisión», como dijo el director general de la Agencia Mundial Anti-Dopaje, David Howman — pudiera motivar una reconsideración de la prohibición de Armstrong de todos los eventos competitivos oficiales.

Armstrong ya ha hablado con dirigentes de la Agencia Estadounidense Antidopaje, incluido su director ejecutivo, Travis Tygart, según medios de prensa. El año pasado la agencia emitió un reporte de 1.000 páginas con declaraciones de casi una docena de ex compañeros de equipo que expuso a Armstrong.

Además de la suspensión de por vida y su salida forzosa de Livestrong, Armstrong fue despojado de los siete títulos y perdió casi todos sus patrocinios.

Armstrong pudiera proveer información que llevase a que su suspensión fuese reducida a ocho años, de acuerdo con una persona con conocimiento del asunto. Pera entonces, Armstrong tendría 49 años. Tras retirarse del ciclismo en el 2001, regresó a los triatlones, donde comenzó su carrera de adolescente, y ha dicho que está desesperado por volver.

La entrevista reveló muy pocos detalles sobre el régimen de dopaje de Armstrong que vayan a sorprender a las autoridades.

Lo que llamó «mi coctel» contenía el esteroide testosterona y EPO, «pero no mucho», dijo Armstrong. Eso fue además del dopaje sanguíneo, que consistía en extraer su propia sangre y reinyectársela semanas más tarde.

Todo ello tuvo como objetivo aumentar la resistencia y la fuerza, pero se volvió tan rutinario que Armstrong dijo que era «como decir que tenemos que inflar nuestros neumáticos o tener agua en nuestras botellas».

«Eso era, en mi opinión, parte del trabajo», dijo.

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