Barrick: perdió dinero y reputación

El conflicto Danilo Medina-Barrick tuvo el único final posible, que es con la renuncia de la minera a la aspiración de quedarse con la inmensa mayoría del oro producido en el yacimiento de Pueblo Viejo; y con el Presidente anotándose un importante&#82

El conflicto Danilo Medina-Barrick tuvo el único final posible, que es con la renuncia de la minera a la aspiración de quedarse con la inmensa mayoría del oro producido en el yacimiento de Pueblo Viejo; y con el Presidente anotándose un importante punto a su favor, a pesar de que significa una derrota para el Gobierno  anterior, nacido en el seno de su propio partido, auspiciador del cuestionado contrato.

En tertulias profesionales y en mi clase de comunicación institucional, desde el año 2011, presenté el “Caso Barrick”, como ejemplo de conflicto en el cual una posición con amparo legal, era socialmente injustificable, prácticamente imposible de sustentar, porque la única estrategia posible era alimentar el miedo, y esto además de crapuloso, no ganaría apoyo social ni político. Así ocurrió.

¿Alimentar qué miedo? El temor a descrédito del país como destino de inversión, y a sentar al Estado dominicano en la silla de los acusados en un tribunal internacional. Ambos fantasmas sólo asustan a las élites económicas, poco dadas a salir a campo abierto a defender sus puntos de vista, por lo cual en la parte pública del conflicto Barrick tampoco tendría ese aliado.

En mi primera referencia al tema, en febrero pasado, a propósito de la rendición de cuentas de Medina en el Congreso, advertí que el mandatario era la “roca en que encalló la Barrick”; y que la minera se “equivocó al calibrar el temple de Medina”, por lo que su resistencia al acuerdo era “una imprudente provocación”.  
En esa ocasión el contrato fue el tema central (17.9% de las palabras) y, como escribí entonces, el mandatario “mostró una coraje político poco usual” en nuestra historia, caracterizada “por la genuflexión de los políticos”  ante  las transnacionales y las grandes potencias. Pero la Barrick no registró el mensaje, quizás -como escribí en marzo pasado- siguiendo consejos errados y estimulada porque sus problemas económicos en otros proyectos aumentaron su voracidad y había puesto su futuro en la explotación de Pueblo Viejo. En el artículo pasado advertí que esgrimir el fantasma del arbitraje internacional era poco productivo, y más que el Gobierno, “quien debe pensarlo muy bien es la Barrick”, y “reflexionar sobre cuánto tiempo podrá seguir adelante en medio de la creciente presión social reclamando un justa participación en los beneficios del oro”.

El conflicto se registrará como el caso en que una poderosa trasnacional minera equivocó desde el primer día la estrategia de comunicación y la estrategia política; no evaluó correctamente el ácido entorno social que creó con sus errores y adicionalmente cometió el gravísimo desliz de ignorar las señales públicas que le envió el Presidente de la República. Perdió doble: dinero y reputación. ¡Ojalá aprenda la lección!.

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