No queremos guerras

Nada hay de mayor falsedad que la ayuda en favor de la libertad de mercado, esa cosa que ha sido promovida como origen de riqueza y emancipación nacional desde cuando Adam Smith, empleado de la British East India Company -entre cuyos accionistas…

Nada hay de mayor falsedad que la ayuda en favor de la libertad de mercado, esa cosa que ha sido promovida como origen de riqueza y emancipación nacional desde cuando Adam Smith, empleado de la British East India Company -entre cuyos accionistas de principalía estaba el rey de Inglaterra George III- con base en su tratado sobre “La Riqueza de las Naciones”, que el opio, como mercancía, al igual que cualquiera otra, era producto legítimo sobre lo cual a la “mano invisible”-que era Dios para él- debe permitírsela determinar toda actividad económica, y que el Imperio Británico tenía derecho divino para eliminar cuanto se interpusiera en su camino, incluyendo los gobiernos nacionales que fueren necesario ser removidos para hacer valederas las leyes objetivas de la mano invisible.

Es filosofía de conquista que talvez nace de la Conferencia de Berlín que de forma absurda justifica las acciones imperialistas de Europa de entonces, ávida de esclavizar al mundo bajo su dependencia -en especial o primordialmente a Asia y África- sin que importare la cultura ni la historia de sus pueblos, tal que concesiones de la deidad a naciones superiores.

Desde entonces, el colonialismo se desarrolla como imperialismo económico que construye mercados a través de acciones moralmente de las finanzas o de la inversión de cuestionables procedencias y efectos, de engaños, de chantajes, de sumisión a la superioridad armamentista, o de ocupación virtual por amenazas o real armamentista, o mediante guerras genocidas que terminan en una desocupación cuando los objetivos económicos, incluyendo el retiro glorioso de la repatriación de las ganancias, se cumplen.

Hoy, el asunto principal ha sido la actualización de los Acuerdos de Bretton Woods que en 1946 entregaron al triunfador principal de la Guerra Mundial de los 40s, la propiedad financiera del planeta Tierra, a través del BIRF y el FMI, permitiéndole tomar como préstamo sus compras del hoy y pagar a futuro con valor menor que el recibido, mediante la emisión de documentos aceptados como letras de cambio, cuyo costo era la impresión.

Cuando algunas naciones y personas se dieron cuenta del engaño formidable, hablaron o iniciaron acciones para corregir el abuso. Desde una de las instituciones creadas en Bretton Woods, cayó su jefe máximo en celada preparada para aprovechar su debilidad personal, por el temor de que se convirtiera en Presidente de Francia. Se hizo guerra a Iraq y su presidente “ajusticiado” por los cómplices de la invasión cuando pidió que se le pagara su petróleo en euros. Se hizo guerra en su contra y fue asesinado Ghaddafi cuando ya había dado pasos importantes para que África dejara de ser explotada económicamente por los sustentadores del FMI. También se hizo guerra a Bachar el Assad, y se envolvió en ella a toda Europa militarista, y se resucitó como concepto de guerra la Guerra Santa. Otro mundo de justicia para todos falta por nacer. Ningún imperio, por más que se disfrace de bondad la tiene. Abramos los ojos.

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