La península de Samaná para sus pobladores ha simbolizado muchas cosas a lo largo de la historia. Una de ellas ha sido su función como cruce de culturas para la diáspora africana, dado el papel que desempeñó como refugio de la esclavitud para migrantes negros en el siglo XIX. La comunidad de inmigrantes afroamericanos de Samaná es una comunidad nativa, en el sentido de haber existido décadas antes del nacimiento de la República Dominicana como estado-nación. Antes de la fundación de la primera República en 1844, la península samanesa fue destino para muchos inmigrantes afroamericanos. Como han afirmado las obras ilustrativas de antropólogos e historiadores tanto en la República Dominicana como los Estados Unidos (entre ellos Soraya Aracena, Ryan-Mann Hamilton, Dennis Hidalgo, y Christina Davidson) la comunidad afroamericana en Norteamérica buscó la libertad durante la década de los 1820 atraída por la invitación del presidente haitiano Jean-Pierre Boyer.

La Hispaniola tras la revolución haitiana fue una excepción, una isla de libertad rodeada por un mar de sociedades esclavistas. En los Estados Unidos, la esclavitud existió hasta el fin de la guerra civil en 1865. Mientras tanto, la esclavitud se abolió en 1804 en la parte francesa de la isla, más tarde en la parte española cuando se unificó bajo el dominio haitiano en 1822. En 1844 cuando la República Dominica se convirtió en país independiente la esclavitud permaneció prohibida. Muchos afroamericanos liberados en los EEUU no aceptaron las opciones limitadas para la gente de color de ese país y huyeron en barcos con destino al Caribe vislumbrando en Samaná un futuro de libertad y prosperidad para sus descendientes
Al tiempo que se sucedían estos procesos migratorios, la bahía de Samaná fue imaginada por los imperios del mundo atlántico como un espacio de interés comercial para la explotación de sus recursos y también como puerto naval estratégico. Por las excelentes condiciones de su puerto fue codiciada por los poderes europeos de España, Francia, e Inglaterra y también por los Estados Unidos.

Cuando Francia intentó recuperar Saint-Domingue, el general Leclerc utilizó Samaná como base para iniciar la campaña militar contra las fuerzas insurgentes. Los mapas imperiales son instrumentos para proyectar una visión del poder en el futuro, representando la visión que los cartógrafos esperan convertir en realidad. Asimismo, la cartografía francesa conservada ofrece una ventana del imaginario internacional de Samaná de ese tiempo donde el pueblo de Santa Bárbara recibiría el nombre de “Port Napoleón” como símbolo del poder francés en el Caribe.

Hoy día, sobre todo, Samaná suele asociarse con el turismo y la belleza de su naturaleza, sin embargo, en el siglo XIX, las playas de Samaná, se asociaban al poder naval y la lucha internacional por el control marítimo. La presencia de infraestructuras militares en el mapa francés demuestra que la bahía fue un sitio estratégico en la historia política de esta región caribeña.

Con posterioridad, tras los quince años de independencia que siguieron al dominio haitiano, los españoles anexaron República Dominicana de nuevo. Estos hicieron un esfuerzo militar con la construcción de fortalezas para consolidar su dominio sobre la bahía. En un contexto caribe con rivalidades constantes por el control de puertos, España envió ingenieros militares, que trataron de proteger este valioso enclave asegurando el control sobre Samaná.

Tras restaurar su soberanía y obtener su independencia, el pueblo dominicano debió enfrentarse a un nuevo poder: los Estados Unidos. En 1871, una comisión científica norteamericana llegó para estudiar la posibilidad de anexión visitando el país. Al pasar por Samaná entrevistaron a sus vecinos para saber su opinión sobre formar parte de los Estados Unidos. En su extenso informe, hay muchas páginas dedicadas a la bahía de Samaná y su importancia para la anexión. Los botánicos de la comisión estudiaron las plantas de la región, con la intención de considerar el valor comercial de estas. No podemos separar la cuestión anexionista del valor estratégico de la península samanesa. La anexión no se dio, de un lado por la falta de apoyo en el Congreso norteamericano y de otro, por la resistencia dominicana a aceptarla.

A pesar del valor estratégico de Samaná en el escenario mundial durante el siglo XIX, no podemos olvidarnos de su historia local y cómo sus habitantes labraron su propia historia contradiciendo las narrativas imperiales. El pueblo de Samaná hizo de este trozo de tierra su hogar a pesar de todas las intrigas políticas que los afectaban. Siempre hay dos caras en la historia de cada lugar y aquí no fue diferente. Otras comunidades de la parte oriental de la isla, como Puerto Plata, también recibieron inmigrantes afroamericanos, pero solo en Samaná encontramos la tendencia de quedarse y no regresar a los Estados Unidos.

Probablemente por su geografía inaccesible y aislada los afroamericanos y sus descendientes se sintieron seguros y les permitió el florecimiento de una independencia cultural. Aunque se integraron a la sociedad dominicana y aprendieron el español, mantuvieron su autonomía y un fuerte sentido de comunidad gracias a unas redes religiosa fuertes asociadas a congregaciones de la Iglesia Episcopal Metodista Africana de los Estados Unidos. Hoy, casi dos siglos después de la primera llegada de afroamericanos en 1824, los descendientes de los afroamericanos han mantenido sus raíces a través de la culinaria, la música, y la espiritualidad. Todavía hay personas mayores que hablan un inglés heredado de sus antepasados del siglo XIX y las iglesias protestantes fundadas durante la primera migración permanecen hasta el presente.

Después de que EE. UU. adquirió la bahía de Guantánamo e hizo colonia a Puerto Rico tras su guerra con España en 1898, el interés estadounidense en negociar con el gobierno dominicano por Samaná como base naval disminuyó. En la República Dominicana entró el siglo XX y ello desdibujó la memoria de la importancia de Samaná en la historia dominicana. En el siglo XXI, con Santo Domingo como la capital política y como centro económico del país, se olvida la importancia de otros lugares en la trayectoria política de la nación. Sin embargo, hoy en día más historiadores reconocen la importancia y la necesidad de recuperar las memorias regionales. Solo tenemos que sumergirnos más allá de la superficie de las aguas de Samaná para encontrar las historias ocultas que nos ayudarán a apreciar mejor la historia dominicana.


Centro estudios caribeños. PUCMM. Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World”. This project has received funding from the European Union´s Horizon 2020 research and innovation programme under the Marie Sklodowska Curie grant agreement Nº 823846. Dirigido por Consuelo Naranjo Orovio desde el Instituto de Historia-CSIC.

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