El pasado miércoles me correspondió abordar la obra del artista visual dominicano Jorge Severino en diálogo junto a las especialistas Marianne de Tolentino y Paula Gómez Jorge en el marco de la octava temporada de Indómita en coordinación con la Galería de Arte Bodden.
Apropiarse de la obra de Severino, y asumirla desde la moda, constituye una exaltación de la mujer desde la estética de lo caribeño. Se conjugan elementos simbólicos, formales y representacionales, pues el artista construyó un imaginario en el que la figura femenina se convierte en referente de dignidad, belleza y resiliencia. Esta representación no es ni ingenua ni incidental: responde a una voluntad crítica y a una conciencia histórica que cuestiona los dispositivos visuales tradicionales marcados por el racismo, el eurocentrismo y la invisibilización de la negritud.
Desde sus primeros retratos, Jorge Severino elige como centro de su composición a mujeres negras envueltas en vestidos blancos, con expresiones introspectivas, muchas veces meditativas, ubicadas en atmósferas donde el fondo se diluye para ceder protagonismo al rostro, al gesto, al rito. La vestimenta blanca, lejos de ser un elemento decorativo, adquiere una carga simbólica poderosa: remite tanto a la pureza como a la iniciación, al duelo como a la fiesta espiritual. Esta ambivalencia permite una lectura en clave de crítica cultural y, a la vez, de resignificación identitaria.
La elección del blanco sobre cuerpos negros puede interpretarse como una inversión deliberada de los códigos cromáticos coloniales. No obstante, en lugar de asociar este valor con la hegemonía racial o la supremacía cultural, el artista lo convierte en un manto de espiritualidad y dignificación. Recrea “Las novias de Ogún”, orisha del hierro, la guerra, el trabajo y la protección, una de las deidades más complejas del Panteón Yoruba. Esta inversión simbólica tiene raíces profundas en las estéticas afrocaribeñas y en los sistemas simbólicos de las religiones de matriz africana, especialmente en el sincretismo que caracteriza a tradiciones como la santería, el candomblé y el vudú.