Poemas de Taty, Tracy y María Teresa

Como si se pusieran de acuerdo para deleitar iniciando el año 2019 a los auténticos amantes de la poesía tres mujeres dominicanas entregan al público sus poemarios en los que cantan a la Naturaleza, la sexualidad y al enigmático mundo de las empatías amorosas, en una amalgama de imaginación, erotismo e intuición metafísica.

Como si se pusieran de acuerdo para deleitar iniciando el año 2019 a los auténticos amantes de la poesía tres mujeres dominicanas entregan al público sus poemarios en los que cantan a la Naturaleza, la sexualidad y al enigmático mundo de las empatías amorosas, en una amalgama de imaginación, erotismo e intuición metafísica. Se trata de la jarabacoeña Taty Hernández Durán, la petromacorisana Tracy Emanuel y la capitaleña María Teresa Puigbó, con sus publicaciones Temblor de la Espera, Egreso y Desacato y Habitaciones al sol.

Hernández Durán recrea estéticamente la belleza de las montañas en las que nació y creció física y espiritualmente, pero hace un aparte en “Siendo mujer”, para una torrencial descarga femenina en la que expresa las lúdicas exigencias de la carne. En el poema Transfixión, manifiesta: “Desnuda mi piel,/ que tu aliento arrope mi templo,/ que tu silueta vista mis sentidos./ Transpórtame al universo”. Pide que “con la sensibilidad de tus dedos,/ urge la búsqueda del goce y/ la canción de mis quejidos.” Rememora “mientras danzamos/ de vientre a vientre/ de palpitar a palpitar”.
Nada de feminismo hay en estas poetas, si vemos como en el poema Antonio, Tracy Emanuel exclama: “Si, prosiga con sus intenciones, compañero,/ conozco sus pretensiones y maldades,/ dulces maldades, firmes trayectos”, para de manera transparente implorar: “Tome mis labios, si,/ sé que me desea y no me molesta,/ Quiero que me toque,/ me bese, no tenga pudor./ Quiero sus manos en mi cintura,/ su alma en mi pecho,/ en una noche, en mi lecho/ hacerlo propietario de mis orgasmos”. Como negación del romanticismo, parece aclararnos: “No quiero amor,/solo cariño y libros,/ amistad y sexo”.

En el poema Almas viejas, la capitaleña Puigbó defiende las empatías amorosas producto de vidas anteriores. “Te recuerdo,/ he visto esa mirada antes,/ hemos rodado la rueda,/ reencarnado juntos muchas veces/ nuestros pasos se han cruzado,/ hace mucho, mucho tiempo”. Pregona un retorno infinito “para darnos un beso más/ donde no hay adioses”. Otros aciertos de Editorial Santuario.

Posted in El Libro Vive, OpinionesEtiquetas

Más de cultura

Más leídas de cultura

Las Más leídas