La escenificación del acontecimiento del nacimiento de Jesús, conocido como pesebre, belén o nacimiento, es una representación que ayuda a imaginarnos las escenas escritas en la Sagrada Escritura sobre la llegada del Niño Dios e invita al espectador a involucrarse en los acontecimientos históricos y culturales de la época en que nació Jesús.

La tradición establece que san Francisco de Asís fue quien inició la costumbre de representar belenes o nacimientos. Todo comenzó cuando Francisco, que era devoto de la Natividad de Cristo, quiso celebrar en Greccio, en el valle Reatino, una localidad italiana de la región de Lazio, el recuerdo del nacimiento del Niño Jesús con toda la solemnidad que se merecía, con el propósito de aumentar la devoción de los fieles. Pero antes pidió y obtuvo el permiso del papa Honorio III, de quien también había recibido la confirmación de su Regla.

Quince días antes de la Navidad, Francisco pidió a Juan, un lugareño, que le ayudara a cumplir el «deseo de celebrar la memoria del Niño que nació en Belén» para sentir y vivir ese momento. Así se hizo y el 25 de diciembre se reunieron frailes y personas del pueblo y los alrededores, quienes con flores y antorchas iluminaron aquella noche. Ese pesebre con el heno, el buey y el asno, a pesar de no tener figuras, transmitió una alegría indescriptible a todos los presentes. Esa noche, ante el escenario, se celebró una solemne eucaristía, para mostrar el vínculo entre la encarnación del Hijo de Dios y la Eucaristía. A partir de este momento, se inició la tradición de celebrar la llegada del Niño Dios y de representar belenes o nacimientos en Europa.

La representación del Nacimiento llegó al Nuevo Mundo de la mano de los españoles que ya tenían arraigada esta tradición. En las tierras americanas esta costumbre no solo ha sido objeto de arte culto, sino que a la par se ha convertido en una de las principales expresiones del arte popular. Tal como dice el padre Jesús Veiga, S.J.: «la Natividad es uno de los momentos más bellos del año y es la fiesta más popular de todas las fiestas». Asimismo, el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, destacó que «la tradición de representar la escena del nacimiento de Jesús y la Adoración de los Magos, con personajes que fueron protagonista, se remonta a tiempos muy antiguos, y cada pueblo ha ido plasmando con la creatividad de sus artistas sus sentimientos religiosos en torno al acontecimiento salvífico de la Natividad del Señor». Asimismo, el historiador Manuel García Arévalo señala que «las manifestaciones navideñas de los pesebres expresan la capacidad que tiene la iglesia de ajustarse al carácter de cada cultura».
Con el tiempo surgió una iconografía pictórica y escultórica, que ha sido reinterpretada de manera particular por maestros y artesanos populares en cada región del mundo, que se han esmerado en plasmar con fervor, creatividad e imaginación este acontecimiento bíblico.

En la República Dominicana, la tradición de los belenes es muy antigua. Incluso la propia imagen de Nuestra Señora de Altagracia representa un belén, ya que tiene a la Virgen con el niño recién nacido, en primer plano, y detrás a San José y la estrella de Belén.

Los artistas dominicanos han escenificado este momento de diversas maneras y una de estas maravillosas representaciones, de singular calidad artística y profundo significado religioso, es el pesebre de la Catedral de Santo Domingo, diseño y manufactura del artista Antonio Prats Ventós, de origen catalán, quien llegó siendo un niño a la República Dominicana junto a sus padres, en 1940, como exiliado de la guerra civil española. Se trata de un conjunto escultórico donde aparecen las figuras tradicionales que forman la escena del nacimiento de Jesús, junto a la Virgen y san José, el ángel, los Reyes Magos y otras figuras tradicionales.

La idea surgió del propio Prats Ventós por el deseo de recuperar las costumbres españolas de poner un pesebre en Navidad, pues según él, estas tradiciones se estaban perdiendo y el arbolito de navidad estaba sustituyendo el pesebre con toda su conexión religiosa. Por tanto, quiso hacer un pesebre para su familia. Su elaboración comenzó en 1980 y las primeras piezas se terminaron en diciembre de 1983. Sin embargo, no fue fácil, pues cuando inició la obra ya estaba prohibido el corte de madera y conseguir caoba (Swietenia mahagoni) de ese tamaño, era muy difícil y costoso.

 

Desde el principio Prats Ventós tenía claro lo que quería realizar, «un pesebre folklórico» como él lo llamó. En una entrevista realizada por María Ugarte comentó que «la figura del pesebre es una cosa folklórica, que se pone todos los años», y que debe responder a la vida cotidiana de la República Dominicana. Por tal motivo, el pesebre que realizó responde «a la forma de vestir de la gente, de los colores del medio, de la sencillez de nuestra manera de ser». Según él mismo comentó, las figuras sin rostros se hacen a propósito para dejar a la imaginación del espectador los rostros y así cada uno le pone la cara que quiera.

Se presentó por primera vez al público en 1983, en la Galería de Arte Moderno y en ese momento estaba compuesto por 14 figuras. Luego, en 1985, se expone por tres años consecutivos, en el presbiterio de la Catedral de Santo Domingo. El 15 de diciembre de 1989, la Fundación Dominico-Hispana, lo donó a la Catedral.

Cada pieza del pesebre es de un tronco de caoba dominicana, esculpida, mostrando la textura de la madera en contraste con una policromía que se aplica en ciertos lugares, influenciada por el arte egipcio, que les imprime un carácter exótico y especial a las piezas. Además, utiliza el pan de oro, considerado por los antiguos como «el color mágico», para destacar algunos elementos y darle luminosidad y elegancia.

La primera figura en hacer fue la Virgen María, «la más sencilla, más humilde, más simple del pesebre» con una altura de 1.60 metros (m). Luego se hizo San José, «la figura más realista… que simboliza la presencia del hombre común y corriente» con una altura de 1.83 m. La tercera en hacerse fue la figura del Niño Dios con los brazos alzados, acostado en una cuna de paja dorada. La cuarta figura fue el ángel, con 2.18 m de alto, policromado y es el que tiene más dorado, para darle un brillo especial. También, las figuras de los Reyes Magos son imponentes. Melchor tiene 2.34 m de alto con barba, pelo blanco y lleva el oro como regalo. Gaspar, de 2.36 m de altura, con cabello marrón, tez blanca y lleva el incienso. Baltasar, de 2.52 m de alto, es de tez morena y lleva la mirra. El pesebre también tiene a otros personajes entre ellos el pastor con la oveja en el cuello, la pastora, una pastorcita, el pastor con el cayado o bastón, la aguatera con un cántaro en la cabeza, la hilandera, el burro, la vaca, cuatro ovejas -tres blancas y una negra -y un gallo, que fue la última figura en hacerse.

Después de la fiesta de Pascua y Pentecostés, la Navidad es la fiesta principal de la Iglesia. Sin duda alguna, el pesebre es una representación de fantasía creativa de espíritu religioso que cada pueblo apropia, reflejando en ella la vida cotidiana. Como dijo el papa Francisco, en el pesebre «se manifiesta la ternura de Dios». La preparación del pesebre en nuestras casas nos ayuda a revivir la historia que ocurrió en Belén. Esta tradición no se debe olvidar.

Agradecimiento: A la Oficina de la Obra y Museos de la Catedral de Santo Domingo, Primada de América.

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