La reciente visita de Guillermo de Inglaterra y Kate Middleton, duques de Cambridge, por Bahamas, Belice y Jamaica ha demostrado a la corona británica que la Commonwealth, diseñada por el imperio británico en los años cuarenta del siglo pasado para preservar antiguos lazos sentimentales de una comunidad de 54 naciones, solo preserva su entidad por respeto a la reina Isabel II y a una lánguida y no amable memoria de la dominación.

Del conjunto de estas naciones catorce aún mantienen a la reina como jefa del Estado, entre ellas Australia y Canadá donde la ciudadanía prefiere la República, pero donde la cuestión no deja de ser un detalle irrelevante sin importancia. Sin embargo, si centramos el foco hacia la cuenca del Caribe la discusión adquiere connotaciones distintas pues la herencia de la esclavitud, del colonialismo y el problema racial heredado como legado cultural se mantiene en el centro del debate político. Y como vimos, al finalizar el pasado año, en la isla de Barbados la idea de la emancipación está a la orden del día. Si hace unos meses fue el eterno príncipe Carlos quien asistió al nacimiento de la república de Barbados, días atrás hemos visto a su hijo Guillermo oír de la boca del primer ministro de Jamaica expresar su deseo de seguir el desarrollo de su país como nación independiente.

En una gira que sirve para el jubileo de los 70 años del reinado de Isabel II los duques de Cambridge han visitado Belice, Jamaica y las islas Bahamas. Sin embargo, las protestas han ensombrecido el viaje. En Belice hubo que cambiar el itinerario de la visita según la Presidencia del país por cuestiones de sensibilidad, pues la oposición de residentes locales se hizo latente en varios de los lugares programados. El poeta y activista rastafari Mutabaruka declaró en The Jamaican Observer, que hay que acabar con la Monarquía, que si bien el hecho en sí no va a cambiar el precio de los alimentos tiene implicaciones psicológicas en la mente y la consciencia de la gente. La reina Isabel lo es de Inglaterra no de Jamaica y debería quedarse en su país, además, no ha pedido perdón declaraba el propietario de un comercio del centro de Kingstown. Disculpas ahora, reparaciones ahora, se coreaba en las calles de la capital jamaicana. Debemos recordar que esta isla fue tomada por los ingleses en 1655 después de fracasar en su intento de conquistar Santo Domingo. La mayoría de sus habitantes son de ascendencia africana y descendientes de esclavizados traficados por las compañías comerciales europeas.

Sefarditas, calvinistas, anglicanos, protestantes y católicos participaron de este turbio recuerdo, un comercio que generó un inmenso lucro y que permito a ciertos países del viejo continente acumular el capital que permitió la Revolución Industrial. La familia real británica se benefició de la sangre, el sudor y las lagrimas de los esclavizados, afirmó el comité nacional de reparación de Bahamas quienes piden indemnizaciones por el saqueo que los territorios y pueblos colonizados padecieron durante siglos.

La exsenadora de Jamaica Imani Duncan-Price expresó a una agencia de noticias que apoyaba la protesta porque comenzamos nuestras independencias económicamente débiles después de haber sido saqueados porque unos monarcas, que disfrutan hoy de los beneficios de esa riqueza. La discusión de romper los lazos con Londres en Jamaica subió de tono cuando a finales del pasado año Sandra Mason declaró a Barbados República.

Si bien el comercio humano va unido a la historia americana desde el siglo XVI, fue en el siglo XVII cuando Carlos II estimuló la Trata e invirtió fuertes sumas de capital privado en la Real Compañía de África, que transportó a cientos de miles hombres, mujeres y niños a través del Atlántico. En el siglo XVIII, Guillermo IV se opuso al abolicionismo, aunque afortunadamente sin éxito.
El comercio transatlántico de esclavos se prohibió en 1807 en el Reino Unido y en 1833 en todos los territorios del imperio. En tiempos recientes la familia real ha mencionado el pasado esclavista que el príncipe Carlos describió como una terrible atrocidad mientras Guillermo, en su incomoda gira, expresaba su profundo dolor, pero nunca se han pedido formalmente disculpas.

Las fuertes críticas que están recibiendo de esta gira caribeño son en cierta manera producto de los estudios del pasado que, en las últimas décadas presentan una nueva perspectiva del pasado colonial en Europa y América y a la voz cada vez más potente del pensamiento Caribe y Latinoamericano que a través del giro decolonial lentamente vira hacia la producción de conocimiento propio y no dependiente. Además, como sostienen historiadores ingleses las protestas del Caribe eran previsibles tras el escándalo que supuso el injusto trato que recibieron los inmigrantes caribeños, la llamada generación Windrush, que trabajó en la reconstrucción del Reino Unido tras la II Guerra mundial. Decenas de miles de hombres y mujeres llegaron legalmente pero posteriormente fueron privados de sus derechos e incluso expulsados por carecer de los documentos necesarios para permanecer en el país.

Las disculpas nunca han bastado, son un paso, pero hoy día los ciudadanos de los países caribeños necesitan un cambio, requieren más. Si algo ha demostrado la gira caribeña es que la familia real no ha entendido que en los antiguos dominios británicos hay un debate más amplio frente al que ya no se puede cerrar los oídos ni mirar para otra parte. ¿civilización o barbarie.?

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Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World”. This project has received funding from the European Union´s Horizon 2020 research and innovation programme under the Marie Sklodowska Curie grant agreement Nº 823846. Dirigido por Consuelo Naranjo Orovio desde el Instituto de Historia-CSIC.

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