Duele escribir acerca del drama en que se desenvuelve la educación criolla, cuando se percibe cada vez peor, girando alrededor de la mediocridad que hemos aceptado como norma de vida. Así lo muestran las evaluaciones periódicas, que entes del exterior le realizan, destacándose que su deterioro prosigue indetenible. Esta tragedia ocurre al tiempo que formamos al dominicano de mañana y para predecir lo que sucederá en ese futuro incierto, no tenemos que ser mas que medianamente inteligentes. Los actores principales han extraviado el rumbo y perdido el sentido de unidad, vital para conseguir objetivos nacionales de primer orden, como significa esta materia fundamental. No bastan recursos y muestra el que consumimos más de 22.5% del presupuesto nacional en cuestionable calidad del gasto y la ecuación educacional sigue deprimida. El Ministerio tiene serios problemas gerenciando la educación dominicana, con norte confundido y más interesada en el bulto y las apariencias, el “allante” y las posturas, sin entender que están bajo el microscopio social, que desaprueba sus distanciamientos de la institucionalidad y el manejo torpe de aspectos fundamentales, que tanto afectan el desenvolvimiento de la vida ciudadana. La ADP, gremio empeñado y ocupado en el papel de político opositor, que se esfuerza para hacer fracasar al ministerio, ahora en actitud de huelga en demanda de aumento salarial previamente acordado con el Ministerio, sin cumplimiento hasta la fecha, sin mostrar rubor por como se afecta el alumnado. Dos días perdidos la pasada semana, ilustran el drama. Los actores principales han extraviado el rumbo. Escuelas que abrían en horario vespertino hasta las 6 pm, se encuentran entre la ADP que dice que hasta las 5 y el Distrito Educativo que señala hasta las 5:30. Los maestros deciden apoyar a su sindicato y no a su empleador en claro desafío, terminando labores a la hora más temprana, con grave perjuicio para el alumnado que no logra terminar el material asignado en el programa educativo, sumando lagunas y carencias. Estudiantes de por sí afectados por la pandemia que les ha hecho perder 2 años irrecuperables y maestros que se apartan del modelo de profesor con vocación. Esos que identifican carencias y potenciales y con amor armonizan enseñanza y formación humana en valores y principios. El que forma ciudadanos mejores y comprometidos, con valores cívicos y fortaleza en la convivencia humana, con énfasis en el amor. Libros de pobre calidad que no alcanzan para alumnos y maestros y profesores que no enseñan por no tener el material a mano, ni la actitud de tomar prestado el texto, para subsanar carencias. Se acentúa la brecha social entre estudiantes de centros públicos y los de colegios con tecnología a su alcance y padres que pueden costear los recursos digitales. Padres muy afectados con la pandemia y lo económico que abandonaron las exigencias propias de quienes procuran lo mejor para sus hijos y se han plegado a esa perversa mediocridad que aplasta.

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