El comportamiento drástico del clima asociado al cambio climático está aumentando las presiones internas en los países que están sufriendo los embates de este fenómeno. Lo acontecido con la Dana en Valencia, España, sustenta esta premisa, la cual sirve de planteamiento inicial del presente artículo, en el que además se abordan otros eventos e informaciones relacionadas con el tópico.
En ese tenor, la indignación ciudadana manifiesta en presencia de los reyes de España y otras autoridades políticas, hay que analizarla a partir de la tardanza en la ayuda oficial para mitigar los efectos de la catástrofe; el sentimiento antimonárquico que viene calando en un segmento de la sociedad española, a pesar de que las estadísticas reflejan que el rey Felipe VI ha logrado recuperar la imagen de la monarquía tras 10 años de reinado; y por otro lado, el rechazo que generan algunas figuras políticas, como es el caso del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a raíz de las cuestionadas maniobras que ha realizado para mantenerse en el poder.
La situación demostró serias debilidades en la prevención y un manejo inadecuado de la crisis en un país que con frecuencia está expuesto a la incidencia de este tipo de evento de la naturaleza, siendo más frecuente en las estaciones de verano y otoño. Aunque siempre ha existido, se ha vuelto más agresivo en los últimos años y este cambio de comportamiento es de interés de la comunidad científica, que lo relaciona con una modificación en los patrones de circulación atmosférica en el Ártico.
Las sensibilidades derivadas de esta devastación plantean nuevas interrogantes a los españoles en cuanto a la capacidad de respuesta de las autoridades para enfrentar otra Dana que se espera que impacte esta misma semana en diferentes regiones del país.
Curiosamente, el sistema atmosférico se encuentra muy comprometido actualmente en diferentes latitudes. En Colombia, las fuertes lluvias provocaron una catástrofe en 27 de los 32 departamentos, razón que motivó al presidente Gustavo Petro a declarar zona de desastre a todo el país, considerado el más lluvioso del mundo, de acuerdo con National Geographic.
En Cuba, las fuertes lluvias generadas por el huracán Rafael expusieron una vez más el calamitoso panorama social al provocar un colapso nacional del servicio eléctrico, el segundo en un mes. Los remanentes del fenómeno también impactaron a Costa Rica, aunque con menos grado de afectación, por su ubicación y el hecho de que la infraestructura es mucho mejor, al igual que la capacidad de respuesta de las autoridades.
En lo atinente a la República Dominicana, el Centro de Operaciones de Emergencias (COE) pasa balance a la incidencia concomitante de varios fenómenos atmosféricos que circulan en El Caribe, donde el aumento de las temperaturas oceánicas está provocando que estos eventos sean más letales, según National Geographic. Los estragos derivados de las lluvias en noviembre de 2022 y 2023 crearon un mal precedente en el país y desde entonces el fin de la temporada ciclónica crea mayor incertidumbre en los residentes en las zonas más impactadas.
Todo este escenario atmosférico adverso trasciende justo cuando en la capitalina ciudad de Bakú, Azerbaiyán, se efectúa la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP29), donde las polémicas declaraciones del anfitrión, el presidente Ilham Aliyev, de que “El petróleo es un regalo de Dios”, reafirman el planteamiento de algunos teóricos en torno a lo difícil que resulta impulsar las energías renovables, cuando los combustibles fósiles son la base de la economía de muchos países, como es el caso del ya citado, a pesar de sus efectos contaminantes.
Asimismo, surgen interrogantes sobre el financiamiento a futuro y el nivel de compromiso que estén dispuestos a asumir países claves, esto a propósito del triunfo electoral de Donald Trump, quien tiene un discurso negacionista en torno al cambio climático y planearía un nuevo retiro de los Estados Unidos de los Acuerdos de París, según The New York Time.
Como se aprecia, los efectos del cambio climático van más allá de las alteraciones en los patrones de comportamiento del clima. La letalidad de los eventos atmosféricos creará una mayor presión económica para los estados, ante la necesidad de asignar partidas adicionales a las contempladas en los presupuestos de emergencias, con el riesgo político que esto conlleva.