Primera carta a la Dra. Mu kien Adriana Sang Ben, Historiadora.

Distinguida señora:

Acuso recibo de la copia de su carta remitida a la Junta Directiva de la Academia Dominicana de la Historia, de fecha 11 de marzo de 2023, la cual después de leerla varias veces la he considerado un documento insólito, es decir, “raro, extraño y desacostumbrado”, según la vigésima edición del DRAE de 2014. Su carta, además, posee otras características que le expongo más adelante.

El texto de su misiva consta de 4 páginas más la firma en el aire y 16 párrafos, aunque en verdad solo habría que tener en consideración los párrafos 1, 2, 3, 4, 15 y 16 porque los párrafos 5 al 14 (diez del total) son un conjunto de citas de autores sobre la ética que poco tienen que ver con el tema central como se verá más adelante.

A fin de que no quede nada en el tintero paso a expresarle mis consideraciones a los párrafos de su carta:

Párrafo 1: Usted se extraña y a modo de ironía expresa que la respuesta de la Junta Directiva a la carta de los hermanos Tavárez Mirabal le “llegó casi tres meses después”. Si se hubiese tomado la molestia de averiguar el porqué de eso se habría enterado que cuando dicha carta fue recibida, el 20 de diciembre pasado, la Academia estaba cerrada con motivo de las vacaciones colectivas navideñas y que no obstante el Presidente le acusó recibo a Minou Tavárez Mirabal expresándole que su misiva sería llevada, como era de rigor, a la Junta Directiva a quien estaba dirigida. Como consta en las actas de la Junta Directiva de las cuales usted recibe copia, el asunto se llevó a la reunión mensual de enero de este año y en febrero, después de consultas, se le contestó formalmente el pasado 6 de marzo. De manera que nada extraño hay en que la respuesta tardara no tres meses como usted afirma sino dos meses y algunos días, ya que los asuntos importantes deben tratarse sin premura y con la debida ponderación.

Párrafo 2: Como usted afirma no estuvo presente en la Asamblea de Miembros de Número que eligió al señor Ramiro Matos porque estaba en el extranjero. Y aunque hubiera estado en el país tenía pleno derecho de no asistir y de no estar de acuerdo con dicha elección. Pero, surge una pregunta: el señor Matos fue elegido el miércoles 13 de octubre del 2021 y es en estos días, 11 de marzo de 2023, es decir, un año y cinco meses después, que usted cuestiona la legítima elección que hizo la Asamblea de Miembros de Número. ¿Por qué tardó tanto tiempo en expresar su opinión? ¿Qué la mueve a hacer eso en estos momentos? Además, el 28 de febrero pasado, antes de la Academia dar respuesta a los hermanos Tavárez Mirabal, hubo una asamblea de número estatutaria para que la Junta Directiva rindiera el informe económico de la institución durante el año anterior. Aunque no estaba obligado a hacerlo el Presidente llevó el tema a la Asamblea que contó con la presencia de 15 miembros de número del total de 26 que tiene la Academia. Hubo 8 excusas, entre las cuales estaba la suya. Pero, ¿por qué usted no asistió a la asamblea donde hubiera expuesto las razones que plantea en su carta dirigida a quienes usted llama “amigos y colegas” y ha preferido ventilar un asunto interno de la institución en la prensa? Ese trato que usted ha dado a sus “pares” lo considero desaprensivo (“que obra sin atenerse a las reglas o sin miramiento hacia los demás”) e irrespetuoso (“no respetuoso: que no observa veneración, cortesía y respeto”).

Su argumento de que el señor Matos es “una persona con trayectoria personal cuestionada y por demás de 90 años” es un juicio eminentemente subjetivo. Averigüe en el país los miles de personas que lo admiran como escritor, artista y militar que hace ya varias décadas llevó a un presidente de la República a designarlo en el cargo más alto de las Fuerzas Armadas como fue el de Secretario de Estado con rango de Teniente General. Además, me sorprende su actitud gerontofóbica, si vale el término, porque lo importante no es la cantidad de años que se tenga sino que se esté en pleno juicio y se tenga madurez suficiente para entender el rol que se debe desempeñar en la sociedad. ¡Cuántas personas nonagenarias existen que tienen más lucidez mental que muchas otros más jóvenes! Por demás, en la Academia Dominicana de la Historia ha existido una larga tradición de personas muy mayores adornadas de una gran sabiduría. Para citar unos pocos casos le cito el de don Federico Henríquez y Carvajal que nació en 1848 y murió en 1952, a la edad de 104 años, siendo miembro de la Academia y había sido presidente del 16 de agosto de 1931 al 6 de agosto de 1944. Otros casos de miembros de la Academia, por citar algunos, son los de Emilio Rodríguez Demorizi que cuando falleció siendo presidente de la Academia tenía 80 años de edad, Carlos Larrazábal Blanco tenía 95 años, Manuel Antonio Amiama tenía 92 años, Joaquín Balaguer 96 años, Víctor Garrido, 88 años, y María Ugarte, 97 años. De manera, pues, que para una institución debiera ser un privilegio y un timbre de orgullo contar con personas de larga edad que sean sabias, maduras, decentes y amables.

Párrafo 3: En ese párrafo usted cita el capítulo 8 de los Estatutos que indica las cualidades para que una persona sea elegida miembro correspondiente nacional. Pero solo cita la letra “c” y omite las letras “a” y “b” que dicen, respectivamente, “ser ciudadano dominicano” y “haber cumplido los veinticinco (25) años, y estar en pleno ejercicio de sus derechos civiles y políticos”. Cosa que se cumplía en el caso de Ramiro Matos.

Pero eso no es lo más grave, sino que en ese párrafo, de forma manipuladora, en una frase final usted inserta, de contrabando como se dice popularmente, lo siguiente: “Por supuesto, en ninguna parte de la carta se hace referencia, en lo absoluto, al tema ético y moral de los candidatos”. Eso no era necesario hacerlo porque no lo contemplan los Estatutos y se sobreentiende que los miembros de número cuando eligen a un miembro de la institución lo hacen porque lo consideran persona seria, honesta, que ha hecho aportes historiográficos y es bien reconocida socialmente. Algo que usted presupone de manera ligera, sin aportar la mínima prueba, que los miembros de número habían elegido a una persona sin ética y moral porque tampoco las tenían o no les importaba.

Pero, además, omite ex profeso (“a propósito, con intención”) los siguientes párrafos que constituyen la esencia de la carta remitida por la Junta Directiva a los hermanos Tavárez Mirabal, y que dicen así: “De conformidad con el marco legal y constitutivo de la Academia, el historiador Ramiro Matos González fue elegido en virtud de las cualidades exigidas por el artículo citado precedentemente, y por las siguientes obras de su autoría: Efemérides militares de la independencia, Campañas militares de la independencia (en coautoría con el general José Miguel Soto Jiménez, también miembro correspondiente nacional de dicha institución); La bandera y el Escudo dominicanos, Origen del Escudo dominicano; El guerrillero y el general, Diálogo entre adversarios (en coautoría con Hamlet Hermann, quien, como se sabe , fuera exguerrillero y compañero de Cronología militar de la Restauración, 1861-1865 Caamaño en las guerrillas de Caracoles de 1973); y la más reciente, entre otras”.

“Su ingreso a la institución estuvo, pues, motivado por su producción historiográfica en el ámbito de la historia militar dominicana y porque, al momento de su elección, se encontraba en pleno ejercicio de sus derechos civiles y políticos, de conformidad con la Constitución de la República. Respecto de los hechos que ustedes le imputan a Ramiro Matos, escapa a la competencia de esta Academia emitir veredicto condenatorio o no, ya que tal función es facultad exclusiva de la autoridad judicial competente con capacidad para dictar sentencias definitivas que adquieran la autoridad de la cosa irrevocablemente juzgada”.

Además, es bueno recordarle que la elección del señor Matos se cumplieron rigurosamente lo contemplado en los artículos 17, 18, 20 y 21 que versan sobre “El modo de cubrir las vacantes académicas”; los artículos 34, 36 que tratan sobre las “Sesiones”, y los artículos 43, 44, 45, 46, 47, 48 que norman “Las votaciones generales”. En la asamblea eleccionaria del 13 de octubre de 2021, arriba citada, fueron elegidos, también, como miembros de número de la Academia, los miembros correspondientes nacionales Miguel Reyes Sánchez, Eduardo Tejera y Alejandro Paulino, y como miembros correspondientes nacionales los académicos Miguel Estrella Gómez, Virginia Flores Sasso y Herbert Stern.

Párrafo 4: Ese párrafo de su carta no merece el más mínimo comentario porque son interrogantes personales que, a manera de desahogo, usted se hace y, por tanto, debe respondérselas. Además, en la Historiografía Universal, desde el siglo XIX hasta los tiempos actuales de este siglo XXI hay cantidad inmensa de bibliografía especializada que responden esas interrogantes.

Párrafos 5 al 14: Los párrafos 5 al 14, que no guardan relación con la esencia del tema en cuestión, resultan superficiales (“que se quedan en la superficie; aparentes, sin solidez ni sustancia: frívolo, sin fundamento”). Es, como dice el refrán “irse por la tangente”. Usted parte de la falacia (“engaño, fraude o mentira con que se intenta dañar a alguien”) de que la Junta Directiva y los miembros de número que han apoyado su decisión, como antes se ha expuesto en el párrafo tercero de la p.3, no tienen ética o la desconocen, algo que usted no ha probado.

Con citas de autores, en una especie de elucubraciones y devaneos intelectuales sacados de libros y de la internet que no son más que opiniones personales rebatibles, entre las millares que existen, y de períodos históricos, usted presume, sin que existan pruebas irrefutables que lo atestigüen, de estar adornada de las más grandes virtudes éticas y que colocada en el Olimpo de los “superéticos” puede darles, como si fueran dogmas religiosos o palabras pronunciadas ex catedra (“en tono magisterial y decisivo”) a los miembros de número y a quienes usted les envió su carta una “clasecita de ética” como lo hacía el fenecido Freddy Beras Goico en su programa televisivo la “Escuelota”.

A esa osadía o atrevimiento de su parte, debo decirle que entre los miembros de número hay personas que han estudiado formalmente, cosa que usted no ha hecho, Filosofía, Teología y Derecho, por citar algunas disciplinas, que han tenido la asignatura de “ética” en sus currículos, y que fácilmente usted pudiera ser alumna de ellos. En esta oportunidad luce que se está ante una persona pedante (“dicho de una persona engreída y que hace inoportuno y vano alarde de erudición, téngala o no en realidad”), actitud que frecuentemente traslucen muchos de sus artículos periodísticos y opiniones públicas.

No obstante, hay algunos aspectos que ameritan ser expuestos en esos puntos del 5 al 14. En el párrafo 8 usted dice; “cuestiono y cuestionaré siempre el uso del conocimiento y del poder económico solo para el beneficio personal o de un pequeño grupo”. Le pido que, echando mano a la responsabilidad que siempre la ha caracterizado, usted diga los nombres, los hechos, las fechas, los momentos y los lugares de eso que usted arriba les enrostra a algunas personas para que no quede como algo aéreo e irreflexivo (“que se dice o hace sin reflexionar”). Algo parecido usted debiera hacer cuando se queja en el párrafo 12 de que “aboga por una historia, y por supuesto, por historiadores, críticos, que cuestionen los hechos, que se hagan preguntas, que no se conformen con la simple descripción del pasado”. Creo que le haría un gran favor a la sociedad citando los nombres de esos historiadores sean de la Academia o de otras instituciones que no poseen las cualidades que usted menciona. El contenido de las últimas 5 líneas del párrafo 14 lucen superfluos al no entender lo que más arriba se ha expresado sobre el párrafo 3.

Párrafo 15: El párrafo 15 contiene una serie de preguntas personales, acerca de qué enseñar a los jóvenes que luce que usted no ha hecho en su dilatada labor docente y que solo usted está en capacidad de responder sobre todo algunas que lucen autoincriminatorias.

Párrafo 16 y último: Lamentablemente he concluido que su carta, en el menor de los casos, no ha sido más que un acto de indisciplina, es decir, una falta a las normas de la Academia Dominicana de la Historia que rigen a sus miembros, una intención de desprestigiarla y una irresponsabilidad acusar, sin probarlo, que la Junta Directiva y los miembros de número han “soslayado lo que usted entiende por ética”.

Respeto todo su derecho al decir que “a partir de este momento NO PARTICIPARÉ EN NINGUNA ACTIVIDAD QUE REALICE LA ACADEMIA”. Ahora bien, si yo fuese usted, por seriedad, honestidad y coherencia, después de todas las acusaciones que usted ha proferido, hubiera presentado la renuncia irrevocable de la Academia. De no suceder eso, espero que al cabo de un año se ejecute la letra “c” del Artículo 7 de los Estatutos que contemplan que “el miembro de número pasará a la categoría de miembro pasivo; c) Cuando no participe en las actividades normales de la Academia por un año completo, sin excusa justificada o licencia aprobada. En ese caso, la Asamblea, previa advertencia hecha por la Junta Directiva al Miembro afectado, colocará al Miembro en condición pasiva y comunicará por escrito esta decisión. El Miembro pasivo podría recobrar su membresía de Número, si así lo solicitare a la Junta Directiva, la cual decidirá sobre la pertinencia de la misma, siempre y cuando existan vacantes en la composición numeraria de la Academia”.

En caso que usted decida renunciar a la Academia, creo debe recomendarles hacer lo mismo a otros miembros que piensen como usted y la apoyan, sean de número, correspondientes nacionales, correspondientes extranjeros, o colaboradores porque nadie, con causas justificadas o no, debiera estar en una institución donde “no se sienta cómodo”, no la valore, no luche por su prestigio y engrandecimiento, la maltrate o colabore con personas nacionales y extranjeras que quieran desprestigiarla o destruirla.

Finalmente, le comunico con pesar que me asombro al comprobar cómo cambian las personas con el tiempo. Cuando usted ingresó a la Academia como miembro de número el 24 de agosto del 2000, la institución ya tenía 69 años. Yo pronuncié el discurso de recepción suyo (ver Clío, años 69-70, núm. 163, julio 2000-junio 2022, pp.75-82) y en ese entonces se la podía catalogar como una “académica pura”, pero al cabo de los años, como lo demuestra el contenido de su lamentable carta, que vuelvo y repito usted tiene todo el derecho a expresarse como lo considere, ha devenido fundamentalmente en una escritora de artículos periodísticos, en una persona que parece practicar el vedetismo (“inclinación desmesurada a destacar y ser centro de atención”) y el narcisismo, “excesiva complacencia en las consideraciones de las propias facultades u obras”. A esas personas les seduce y fascina el oropel (“cosa de poco valor y mucha apariencia”) de la permanente exposición mediática y de la autopromoción en las redes sociales, así como procurar y cabildear reconocimientos y homenajes, muchos merecidos, pero otros no, los cuales con mucha frecuencia, según afirman muchas personas, son otorgados por puro amiguismo, compadreo o politiquería.

Como lo importante son las instituciones y no las personas que las integran y que desaparecen en el tiempo seguiremos trabajando, no importan los tiempos borrascosos y los dardos venenosos que se disparen, por el cumplimiento de los objetivos y engrandecimiento de la Academia Dominicana de la Historia, una institución que en el 2031 cumplirá 100 años y a la cual han pertenecido grandes historiadores, escritores e investigadores cuyas hojas de vida pueden consultarse en la obra Los que ya no están, publicada por Bernardo Vega en el 2015 cuando era Presidente de la Academia. Al legado y herencia que nos han dejados todos esos preclaros dominicanos: ¡No renunciaremos!

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