Acabo de leer un texto si se quiere apocalíptico de Noam Chomsky: ¿Quién domina el mundo? Un libro cargado de informaciones fácticas, estadísticas, referencias históricas, balances catastróficos, informes estratégicos, manipulaciones -emanadas de “los centros del poder global”-; pero, sobre todo, excesivamente ideológico.

Lógicamente, reducir a lo anterior las reflexiones de un intelectual y académico de la talla y el prestigio internacional de Noam Chomsky, sería una falta de respeto si no reconocemos que cada afirmación u argumentación suya viene sustentada por el apego al dato-fuente y una capacidad de análisis indiscutible. Sin embargo, hay en el libro una carga ideológica demasiado densa -cuasi de fijación teórica- que, de alguna forma, le resta rigurosidad científica y, en consecuencia, se infiere un cierto resultado propagandístico. De veras, este Chomsky -de ¿Quién domina el mundo?- da muchas vueltas (Moisés Naím y Niall Ferguson, resultan más convincentes en algunos aspectos).

No obstante, me quedo con dos interesantes y reveladoras ideas -¿o tesis-confirmación?-: la de una nueva periodización de la actual posmodernidad y la configuración de una nueva arquitectura geopolítica-económica -liderada por China- que avanza, ante el repliegue geográfico-cultural-ideológico de los Estados Unidos (simbolizado en la consigna: “América first”), o quizás, una vuelta a la doctrina Monroe, pero sin dejar la retórica de su hegemonía económica-militar global.

Ahora, vayamos a las dos ideas de Chomsky. La primera –sobre una nueva periodización-, la recrea así: “Si alguna especie extraterrestre estuviera elaborando una historia del Homo sapiens, bien podría dividir su calendario en dos eras: AAN (antes de las armas nucleares) y EAN (era de las armas nucleares). La segunda empezó, por supuesto, el 6 de agosto de 1945, el primer día de la cuenta atrás de lo que puede ser el ignominioso final de esta especie extraña, que logró la inteligencia para descubrir medios eficaces con que destrozarse a sí misma; aunque no la capacidad moral e intelectual de controlar sus propios instintos….” (pág. 223, O. cit.). Sin duda, nos acercamos al Apocalipsis ya sea por el libre albedrío de la especie humana (loquera-universal), o por colisión -plena e ineludible- con las sagradas escrituras.

La segunda idea -la de la nueva arquitectura geopolítica-económica- es esta: “China está construyendo una versión modernizada de las viejas rutas de la seda con la intención no solo de integrar la región bajo su influencia, sino también de alcanzar Europa y las zonas productoras de petróleos de Oriente Próximo…” (pág. 303).

¡Qué paradoja, mientras EE.UU se repliega; China y Rusia se expanden…!

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