Las flores de pascua, las clásicas uvas de este tiempo, las avellanas, almendras y nueces, ni los dulces propios de la época, se dieron cuenta de que el virus que afecta a los humanos arrastra a la naturaleza a insondables designios, a la vez que frenado al ser humano en sus afanes destructivos, le ha permitido mostrar su gran capacidad de recuperación, cuando las fuerzas negras no gravitan contra el poder verde. Ese pudiera ser un nefasto balance positivo ante una población mundial conmocionada. Estas han sido unas Noche Buena y Año Nuevo extraños. Solo los reductos familiares lograron mantener tradiciones intactas. Los insensatos lograron, en gran medida, imponer ante unas confusas limitaciones oficiales que han precisado “eplicacione” la desaprensión de las reuniones masivas sin protocolos más que si acaso la mascarilla protegiendo la papada o colgando de una oreja, como bandera de las tropas de la irresponsabilidad. Soy testigo de un grupo que la noche del 26 se agolparon en un camino vecinal en Constanza, en franco desafío a la peligrosidad de Covid19, con sabor de lo prohibido. Numerosos vehículos, música a alto volumen, hookas y peligrosas cercanías, lejos de la vista de vecinos y autoridades policiales.

Minúsculo ejemplo de la actitud descreída de una gran mayoría de los dominicanos, que se aglomeran a beber de manera irresponsable y desaprensiva. Las cifras de contagios y peor la de fallecidos subirán exponencialmente como secuela de unas fiestas “gozadas”, llevando dolor con incertidumbres. Lo de fin de año fue una respuesta irracional a inoportunas medidas gubernamentales, tomadas hasta el día 10, que seguro “pica y se extienda”. Como país “en la ruta del sol” estamos expuestos, como grandes receptores de turistas, sin saber si llegan “movíos” con carga letal de la nueva cepa de Londres, que voltea de nuevo a la vieja Europa, patas arribas “del lao contrario”. Somos borregos seguidores de la ambivalente OMS, como simples espectadores frente a controvertidas vacunas que los países peligrosamente aceleran, con diversas motivaciones, que incluyen lo político. El ciclo de los años es una forma humana de dividir lo que la naturaleza da por continuo; esperamos esperanzados un 2021, que llega cargado de incertidumbres y desafíos, sin certezas de que haya recursos ni capacidades para contrarrestar los perversos efectos sobre la sociedad dominicana, salud, economía, el ánimo de su gente. Todo está alterado y la propia “normalidad” cambiada, aunque los criollos se aferran a sus esquemas de “Na e Na” y que la virgencita de la Altagracia tire su manto milagroso y protector, como pueblo escogido… por nosotros mismos. El comportamiento del 31 y del día primero en gran parte del país, presagia un crudo rebrote del Covid. Se requiere una unidad que rechazamos y un liderazgo de fortaleza del que carecemos, con partitura única, pero contamos con desafinados intérpretes con música propia.

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