Dos informaciones publicadas el pasado jueves retratan lo mal que estamos en República Dominicana en educación vial.
Una es que el Juzgado de Paz Especial de Tránsito del Distrito Nacional impuso una garantía de un millón de pesos, presentación periódica e impedimento de salida a una señora por conducir en vía contraria por la avenida 27 de Febrero y causar heridas a tres personas.
La otra información es que en el período enero-agosto 2021, la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (Digesett) registró 947,562 infracciones, cifras que presentan un aumento significativo si se comparan con las contravenciones de igual período en los últimos tres años.
La aprobación de la Ley No. 63-17 de Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial se vendió como la panacea porque propiciaría soluciones al sector transporte, pero no ha servido.
Los artículos que le aplicaron a la señora tipifican y castigan las conductas de conducir de forma temeraria a alta velocidad, provocar accidente que cause lesiones o muerte y no prestar ayuda a las víctimas, por huir de la escena.
Y las más de 947 mil multas son fiel reflejo de la locura que predomina en nuestras calles, donde es común no llevar casco protector (247,431 multas), violar la luz roja, (102,637), transitar sin seguro o con seguro vencido (73,558), conducir sin licencia o con licencia vencida (65,266), no usar cinturón de seguridad (59,103) y exceso de velocidad (46,742). También usar celulares o dispositivos electrónicos al volante (32,812) y obstruir el tránsito (30,462).
Algunas multas resultan curiosas y graciosas, como las 115 a vehículos funerarios y 128 por transportar pasajeros en carros fúnebres.
En cuanto a la Ley 63-17, se anunciaron proyectos excelentes como el del Intrant que inició la capacitación de profesores en educación vial que sería impartida como materia en escuelas y politécnicos.
Pero no estamos igual, sino que hemos empeorado.
Hasta aquí nos hemos limitado a hablar de educación vial, pero si valorásemos el sistema de transporte público y privado de pasajeros tendríamos que coincidir con el eslogan que popularizó un político: “Aún nos falta mucho por hacer”.