Con motivo de celebrarse hoy el Día Mundial del Ahorro, traemos al presente esta frase que escribió alguna vez, en una pizarra, una maestra de escuela primaria: “En presente, el ahorro es futuro”.
El ahorro suele ser definido en los libros de economía como “un consumo diferido”, es decir que se guarda en el presente para consumir en el futuro. También se lo considera una virtud moral porque, además de evitar el despilfarro, se reservan recursos para contingencias posteriores.
La posibilidad de ahorrar no se presenta demasiado clara para las poblaciones de menores recursos, condenadas a subsistir con un ingreso mínimo, casi siempre por debajo de la canasta básica, pero incluso así, la virtud de ahorrar está presente en el espíritu de la gente.
La vemos en el campesino que invierte en la cría de un puerquito para llegar con “algo” a la época de las fiestas, y qué mejor muestra de la capacidad de ahorrar que la de la diáspora, que se priva de casi todo para enviar sus remesas, o que junta para venir a fin de año a su terruño con regalos para toda la familia.
En una perspectiva más amplia, donde menos se nota la capacidad de guardar para el futuro es en las élites gobernantes de América Latina, que acumulan deuda futura para garantizarse un presente de lujos.
Estudios de entidades financieras indican que los países pobres ahorran menos del 20 % de sus ingresos, mientras que en las naciones más adelantadas se ahorra más del 35%.
Ahorrar es prepararse para el mañana, destinar una parte del ingreso a determinados propósitos, como mejorar la casa, salir de vacaciones, garantizar el estudio de los hijos, es un hábito que debiera promoverse desde la infancia.
En nuestro país se ha comenzado a trabajar en la educación financiera y en promover el ahorro, y habría que intensificar esa prédica para enfrentar el consumismo, para asegurar una mayor inclusión social, para estructurar una sociedad más organizada.
El ahorro debe ser entendido como la base de la independencia económica de las naciones y de las personas.
