La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) advirtió el pasado jueves sobre la inminente llegada del fenómeno meteorológico de El Niño y las graves sequías que puede provocar en América Central y norte de Sudamérica, y menciona específicamente, en un contexto de preocupación, a la región del Caribe.

No se trata de una simple alerta, sino de una cuestión que debiera tomarse con seriedad porque las consecuencias de El Niño siempre son graves para todas las regiones a las que afecta, puede generar prolongadas sequías en una zona muy amplia y abundantes lluvias en otras con su consecuente secuela de inundaciones, cultivos arruinados, ganado perdido y desplazamientos masivos de personas.

El Niño no es una invención humana, pero la intensidad con la que se deja sentir y la frecuencia cada vez mayor con la que aparece, sí son efectos del cambio climático generado por la acción de los seres humanos.

La tala indiscriminada de árboles que termina por alterar el régimen de lluvias de regiones enteras, el accionar de las granceras que secan los cursos de agua y la quema de bosques para supuestamente ganar terrenos de cultivo, son algunas de las acciones que han convertido a El Niño en una especie de fantasma demasiado real, cuya sola mención aterroriza por las secuelas que trae aparejadas.

Si bien la advertencia de la FAO es general, y surge de amplios estudios y análisis, el mensaje es que la producción de alimentos de enormes zonas del planeta se verá afectada, tanto en África como en el norte de Sudamérica.

Esto obliga a tomar todas las prevenciones posibles porque las consecuencias de una sequía prolongada no se solucionan con una temporada lluviosa, los procesos de recuperación de los suelos son lentos, la tierra pierde nutrientes y disminuye enormemente su fertilidad.

Los dominicanos vivimos en un país que produce la mayoría de los alimentos que consume, sabemos por experiencia que las sequías y las inundaciones son iguales a hambrunas y miseria, de ahí la necesidad de reaccionar antes de que los desastres se presenten, es decir, estar debidamente preparados para lo que viene.

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