Ayer 16 de abril se celebró el Día Mundial contra la Esclavitud infantil, fecha que tiene su origen en el asesinato de Iqbal Masih ocurrido en 1995 cuando tenía doce años. Iqbal fue vendido por su padre a una fábrica de alfombras de Punjab, en Pakistán, porque a su familia le faltaba dinero para la boda del hijo mayor.

Iqbal escapó y se convirtió a su corta edad en un luchador contra la esclavitud infantil, la denunció ante el mundo y por eso fue asesinado.

El trabajo infantil esclavo es un flagelo que actualmente padecen y atormenta a más de 200 millones de niños en el mundo.

Los infantes son víctimas de la trata, las niñas para el trabajo doméstico o para explotación sexual, que incluye también a los varoncitos.

Son sometidos a trabajo forzoso en jornadas extenuantes, las niñas obligadas a casarse a temprana edad tras ser vendidas, los utilizan como soldados en ejércitos mercenarios porque es más fácil entrenarlos para matar y por su tamaño los meten en las minas, donde pueden entrar a los huecos más estrechos y si mueren los entierran en cementerios clandestinos.

La Unicef calcula que la región Asia-Pacífico alberga el mayor número de niños y niñas trabajadores de 5 a 14 años, en total 127.3 millones, equivalentes al 19% de los niños y niñas que trabajan en la región. En África subsahariana trabajan 48 millones y uno de cada tres menores de 15 años (29%) es activo económicamente; en América Latina y el Caribe trabajan 17.4 millones de niños y un 15% de los niños y niñas de Oriente Medio y África del Norte también trabajan; entre 2.5 millones y 2.4 millones de niños y niñas trabajan en las economías desarrolladas y en transición.

Los infantes esclavos son invisibles, porque a nadie le interesa su existencia, porque los que la conocen miran para otro lado y porque los involucrados en este execrable “negocio” de mafias, que incluye a funcionarios corruptos, se lucran de las enormes ganancias que genera.

Apoyar el trabajo de las ONG que denuncian este flagelo mediante proyecciones y charlas, exigir a los gobiernos políticas claras para la infancia, reclamar leyes de protección que se cumplan efectivamente, son algunas de las acciones que podemos encarar, para que el mundo en que vivimos sea más justo con el futuro de la humanidad.

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