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El pasado domingo se reunieron en Japón los responsables de la tecnología del G7, grupo de las naciones más poderosas del planeta, para discutir y establecer acuerdos sobre el uso más apropiado que se le debe dar a la Inteligencia Artificial (IA).

Debemos recordar que el G7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido), representa poderosos intereses, y la supremacía tecnológica es uno, acaso el principal pilar donde se asienta el poder con el que es capaz de decidir los destinos del mundo.

Como toda innovación tecnológica, la IA ha estado en el tapete desde su aparición, y su uso ha suscitado múltiples controversias, la principal es el temor de que se convierta en un sustituto aventajado de la inteligencia humana y termine por reemplazarla.

Ya desarrolla muchas actividades que antes estaban reservadas a los humanos, puede componer música, escribir narraciones, controlar cadenas de producción, por lo que se está construyendo un escenario y panorama apocalíptico.

De hecho, el papa Francisco advirtió en una charla el fin de semana ante estudiantes de una universidad de Hungría, sobre el uso de algoritmos “que puede representar un ulterior riesgo de desestabilización de lo humano”, una alarma que está presente en todo el mundo.

Para más preocupación, Geoffrey Hinton, el “padrino de la inteligencia artificial” por haber dado inicio a su desarrollo, acaba de renunciar a sus funciones en Google para dedicarse a tiempo completo a compartir sus temores con respecto al desarrollo de una tecnología que funcione mejor que el cerebro humano y que nadie tiene garantías de cómo podrá mantenerse bajo control. Advierte lo difícil de evitar que los malos actores la utilicen.

Como toda tecnología, la IA tiene que ser alimentada y programada por seres humanos, y aunque tiene la capacidad de “aprender” a una velocidad casi infinitesimal, necesita además una fuente de alimentación para “sobrevivir”, esto se pudo comprobar recientemente cuando un robot se desplomó en una feria tecnológica después de veinte horas corridas de trabajo en Chicago.

La relación del hombre con la tecnología no debería estar basada en el temor de que pueda cobrar vida propia o se torne inmanejable, sino más bien en comprender que cada innovación sea un paso de avance, aunque haya quienes la utilicen para mantener su posición de dominación y privilegio.

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