El 16 de agosto del 2020, tras la celebración de las elecciones presidenciales y congresuales, que fueron marcadas por una especial “singularidad” ocasionada por el coronavirus, también bautizado como la covid-19, arribó al Palacio Nacional Luis Abinader, joven economista y novato dirigente político que fue llevado como candidato a la Presidencia por el Partido Revolucionario Moderno (PRM).
Como es norma tradicional, al mandatario que se estrena en “la Silla de Alfileres”, la sociedad le otorga 100 días de pausa. Es decir, cien días en los que el nuevo gobierno no debe tener ningún tropiezo (opositor).

Esta tregua se le da con la finalidad de que pueda organizar su agenda de realizaciones de obras sumadas a las promesas hechas en la campaña electoral.

Durante ese período el presidente Luis Abinader no tuvo ni una “pizca” que envolviera actitudes opositoras por parte de organizaciones políticas que compitieron en los “traumáticos” pasados comicios.

E incluyo -y este señalamiento hay que resaltarlo- al partido Fuerza del Pueblo (FP), que lidera el expresidente Leonel Fernández. La Fuerza del Pueblo, en ocasiones hasta, sirvió de “buen consejero” de la entonces novel administración perremeísta.

Ya a estas alturas, primera semana de mayo, -a casi nueve meses de Abinader ser el nuevo inquilino del Palacio Nacional- el “gobierno del cambio” ha llegado a la adultez. Ya es un gobierno adulto por lo que está en la obligación de actuar como tal.

En beneficio del presidente Abinader, reconocer que llegó a la Presidencia de la República en medio de un “rosario” de problemas; de serias calamidades, principalmente el devastador coronavirus, pandemia que, además, agudizó los graves problemas económicos y sociales que siguen atacando al país.

El Presidente de la República ha tenido que lidiar, con la aplicación de firmes y prácticas decisiones, con la covid-19 y toda su secuela, así como con otras graves dificultades entre las que figuran el alto desempleo, la delincuencia y el crimen organizado.
No obstante a esta realidad, el “gobierno del cambio” tiene que buscar la forma más inteligente y práctica para hacer menos pesados los problemas que abaten a la nación.

Debe tener como prioridad -y enfrentarlos con la más eficaz labor de Estado- los siguientes problemas: La salud de toda la colectividad y con ello frenar para siempre los estragos sociales causados el coronavirus; impulsar la economía y “paliar” el desempleo.

Abinader, con su “gobierno del cambio”, tiene que actuar con eficiencia total para ganarse la simpatía del pueblo.

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