¡Hola, queridos lectores de elCaribe! Una vez alguien me dijo que “todos somos inteligentes”, pero que el tipo de inteligencia varía según las fortalezas de cada individuo, pero esta hay que descubrirla y luego potencializarla en el trayecto.

Me pongo como ejemplo: cuando no sabía qué carrera estudiar al finalizar el bachillerato… intenté primero con informática, la dejé en el segundo cuatrimestre; luego me inscribí en contabilidad, pero no llegué ni a terminar el primer cuatrimestre. Todo esto ocurrió en mi natal Puerto Plata cuando tenía 18 años.

Tratando de encontrar qué era lo que al fin iba a retenerme para estudiar, hice una pausa y me dediqué solo a trabajar, incluso visité una psicóloga para ver si me ayudaba a encontrar mi norte en los estudios, pero no me ayudó porque terminé hablando de otra cosa… Sí, está permitido reírse.

Como pueden ver, mis fortalezas no tenían nada que ver con números, estos nunca me motivaron ni me inspiraron, al contrario, siempre me abrumaron. Sin embargo, las señales de mis fortalezas estuvieron siempre presentes desde mi niñez y en mi etapa como estudiante: ¡Las letras! Siempre me destaqué en literatura, historia y otras materias afines, pero no lo veía.

Hasta que un día… decidí hacer una prueba de esas en internet para descubrir en qué era buena y cuáles eran las posibles carreras en las que podría tener un buen desempeño. ¿Adivinen? Las opciones como respuesta a la prueba que hice, respondiendo algunas cosas para poder identificar mis fortalezas, fueron muy obvias: derecho, periodismo, psicología o alguna carrera de investigación.

Desde niña intercambiaba con una vecina novelas, cuentos, en el patio de su casa nos contábamos historias imaginarias creadas por nosotras mismas, donde nosotras éramos protagonistas y villanas. Además, en la secundaria me eligieron para escribir el texto que llevaba la invitación de promoción de bachillerato, me inscribí en escuela de teatro, cuentos, novelas, en fin… la respuesta siempre estuvo ahí.

¡Y perdón por ponerme como ejemplo! Pero las reflexiones se llevan mejor cuando emites el mensaje desde las vivencias propias. Para darte bueno en un oficio debes amar lo que haces, porque cuando eso sucede las cosas que hagas en ese contexto se te darán bien.

Finalmente, tu fortaleza radica en lo que se te da bien. Gracias a la vida descubrí que la mía era lingüística, que tenía que dedicarme a estudiar todo lo vinculado al mundo de las letras… y felizmente aquí estoy. Sé que falta mucho por aprender.
¡Gracias por leerme!

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