Greta Thunberg es una medioambientalista sueca de 19 años. La primera vez que oyó hablar del “cambio climático” tenía 8 años y quedó desconcertada porque no se estaba haciendo “lo suficiente”.

Tres años después cae en una profunda depresión y es diagnosticada con síndrome de asperger y trastorno obsesivo compulsivo. El activismo la sacó del letargo y sus padres, felices por ella, la apoyaron.

Con 15 años decidió no ir a la escuela para ponerse a protestar ante la asamblea legislativa y obligar a los suecos a reducir en más de un 50 por ciento las emisiones de carbón. Su presencia llamó tanto la atención que fue portada de la revista Time y la invitaron a hablar ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), desde donde nos regañó de manera contundente y dramática por no defender nuestro planeta.

Desde ahí preguntó: “¿cómo se atreven a destruir mis sueños, a robarme mi infancia, a mirar para otro lado mientras millones están a punto de extinguirse y los ecosistemas están colapsando?”.

Y nos advirtió que no nos iba a perdonar si le fallábamos, y que la juventud estaba despertando.

El público presente no paró de aplaudir. Y la chica se convirtió en un ídolo juvenil. Todos emocionados e impactados ante el fenómeno Greta.

Bueno…no todos. La masa enajenada por las amenazas climáticas, por supuesto que sí. Pero un selecto grupo de otro tipo de gente, no.

Este grupo simplemente observó lo evidente y lo analizó con sensatez:

Ninguna niña con deficiencias mentales llega sola a dar una conferencia ante la ONU. A esta niña la puso ahí gente muy rica e influyente que se hará mucho más rica si se impone la energía verde en su país. Es esa gente la que le ha financiado todo ese show sensiblero, abusando de su trastorno y de que no conoce bien las implicaciones reales de sus exigencias. Sus padres, obviamente, se han beneficiado.

Hay estadísticas probadas que demuestran que sus advertencias son exageradas. En los últimos 100 años ha habido una reducción significativa de muertes asociadas a desastres climáticos. Y ninguna de las predicciones apocalípticas que vienen cacareàndose durante décadas se han cumplido (Las Malvinas y Manhattan siguen en el mismo sitio, por ejemplo).

La sustitución de energías convencionales por las “ecológicas” es demasiado costosa. Por eso China, que no negocia su crecimiento, no se deja chantajear por esta niña (ni por ningún otro subvencionado) y continúa a todo dar con su energía barata.

Pero este “reality check” no gusta ni conviene. Mucho menos si contradice a una niña con problemas (¿con qué moral criticarla a la pobre?).

Así pues, se sigue esperando el apocalipsis (que no acaba de llegar), y mientras tanto…los bolsillos se les llenan a los que viven metiendo zozobra. Esos que ocupan portadas como “jóvenes promesas” o “salvadores del planeta”. Y muchos otros por detrás.

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