La derecha más extrema y radical sigue ganando terreno en países occidentales, donde tiene como punta de lanza un discurso nacionalista con matices populistas que está aumentando la polarización en sociedades que se muestran divididas en cuanto al abordaje de la migración, las políticas económicas, el aborto, la igualdad de género, la lucha contra el cambio climático y los conflictos armados entre Rusia y Ucrania e Israel y Palestina.

En Europa, el retorno de la extrema derecha se ha convertido en un fenómeno ascendente, se avista en los resultados de las recientes elecciones del Parlamento Europeo, donde no logró mayoría, pero sí consiguió posicionarse mejor con respecto a otros procesos eleccionarios y esta recomposición puede redefinir la agenda de ese mecanismo durante los próximos cinco años.

Para que se tenga una idea del impacto de estos resultados, el centrista presidente francés, Emmanuel Macron, en una jugada arriesgada decidió disolver el Parlamento y anticipar para fin de mes las elecciones para escoger los nuevos integrantes de ese estamento, como respuesta al avance de la ultraderechista Marine Le Pen, que viene ganando terreno político con su discurso frontal y trata de posicionarse en todos los frentes, donde presenta en última instancia las aspiraciones a primer ministro del joven Jordan Bardella, que representa el ascenso político de una nueva generación, que además comparte una misma visión con el liderazgo tradicional.

La recomposición política en el Parlamento Europeo se produce en momentos en que ese organismo aborda temas neurálgicos, con posiciones marcadas de parte de sus 27 estados miembros, entre ellos los casos de la migración ilegal y la distribución “equitativa” de los refugiados y cómo el fenómeno está repercutiendo en los índices de inseguridad, incluida la renovada amenaza que representa el terrorismo.

Algo similar sucede con el conflicto ruso-ucraniano. Aunque los estados miembros se han mantenido firmes en su apoyo a Ucrania, algunos incluso con respaldo armamentista, las inconformidades han encontrado espacio en las sociedades de los países muy dependientes del gas ruso y de productos de origen agrícola provenientes de Ucrania, que en su momento se vieron afectados por cortes de gas durante el invierno y con problemas inflacionarios por el aumento de los precios de los alimentos. Los resultados de las elecciones son un reflejo de esta realidad.

La algidez puede tener nuevas escaladas en la dinámica interna de los países y dentro del propio Parlamento Europeo, a propósito de su reconfiguración y de las medidas que de ella se desprenden.

Según politólogos consultados, el avance de la derecha se trata de un fenómeno cíclico, en el que se posicionan gobiernos que comparten una misma ideología, que muchas veces funcionan como bloques, con una agenda y un discurso coincidente, pero que generan esperanza a partir de los cambios que prometen.

Al observarlo desde este punto de vista tiene su lógica, si recordamos el auge de los gobiernos socialistas en Latinoamérica en la década del 2000 y cómo han sido reemplazados por gobiernos de derecha en países como El Salvador, Argentina y Ecuador, que actualmente enfrentan grandes transformaciones y desafíos.

Esta teoría se sustenta más si analizamos el caso de México, donde el centroderechista Partido Revolucionario Independiente (PRI) gobernó por 70 años, sin embargo, desde la asunción al poder del socialista partido Morena y el presidente Andrés Manuel López Obrador, el cambio ideológico ha sido considerable y en la actualidad un 60% de su población se identifica como socialista, de acuerdo con datos aportados por la firma Statista, que coinciden con la votación que logró la candidata presidencial electa, Claudia Sheinbaum, de un 59.75%.

En Estados Unidos el fenómeno de la derecha se abre paso, con las proyecciones electorales que favorecen a un imbatible Donald Trump, que ha sabido sobreponerse a situaciones adversas en el plano personal, y sacarles caudal político, a pesar de lo controversial que resulta su personalidad y del temor que genera su propuesta de campaña en los sectores liberales.

Como se aprecia, Occidente se encuentra en un contexto de crisis de confianza y de gestión controversial, lo cual evidencia la fragilidad de los gobiernos actuales y la demanda de un liderazgo que pueda navegar con éxito los desafíos contemporáneos, donde la derecha ha ido ganando espacios.

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