El PLD dejó pasar el tiempo en que tenía que frenar la narrativa pueblita de venderse como la segunda fuerza política-electoral, mientras -el partido de Bosch-, en mayoría jerárquica, discurría de bajo perfil y no querer ver que, percepción pública, aún artificiosa o de marketing, también ahora puede hacerse realidad aunque al final se imponga el dicho colombiano: “Estadio lleno y urnas vacías”. No obstante, la percepción, hecha o real, es terca.

Y ahora lo peor, ya lo escribimos, es que la oposición, así sea entre dos, se enfrente y descuide el objetivo supremo: crecer sobre la base del descontento social-ciudadano -por costo de la vida, inseguridad ciudadana e improvisación- y no sobre sus escombros o lucha estéril…

El PLD -cabeza de oposición, diga lo que se diga- debe obviar cualquier enfrentamiento con la FP u otras siglas, pues ya el tiempo de disputa por nicho electoral pasó y lo que queda, de cara a 2024, es saber mantenerse, crecer y hacer alianzas. Lo demás es intrascendente o distracción política-electoral nada provechosa.

Y no puede ser tema de guerra o de debate un padrón-cementerio -páginas amarillas- de vieja data o de autoengaño. Si así fuese: cómo fue que el PLD llegó al poder en 1996 o el PRM -aún en construcción- 2020. Son coyunturas y punto…

El PLD debe capitalizar: a) novedad de su candidato -apto y conteste para el adversario a vencer-, b) creciente descontento social y ciudadano, c) ola mediática favorable -aunque distinta a la del 2020-, d) que ser cabeza de oposición es una ventaja, pero no de bolsillo; y e) articular y afinar carpintería política-electoral hacia dentro y hacia afuera y estar conteste ante embestidas oficialistas y aliados disfrazados de oposición.

Pero, insistimos, el peor error político-electoral o estratégico que puede cometer el PLD es enfrascarse o distraerse por retazos de un padrón-cementerio; y más cuando los afectados o inscritos -sin consentimiento ni renuncia a su partido (y en todo su derecho)- están reafirmando su militancia y determinación de votar por su partido y por Abel Martínez.

Finalmente, ya no hay tiempo más que para crecer, sumar e ir perfilando una estrategia de alianzas y propuestas de gobierno tan amplía y abierta que toda la oposición la pueda enriquecer y refrendar. Digamos, si la prioridad, que así parece, es volver al poder en 2020. Otra cosa es hacerse harakiri.

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