La Organización Mundial de la Salud es un organismo de las Naciones Unidas concebido para gestionar la política de salud a nivel internacional. Los representantes de los 195 países que la integran, la gobiernan a través de una asamblea.

Para esta institución, tener “salud” no solo implica estar libre de afecciones o enfermedades, sino vivir en bienestar físico, mental y social. En fin, en un escenario quasi perfecto.

Ahora mismo cuenta con 7000 empleados, y su director se llama Tedros Adhanom Ghebreyesus. Es etíope, diplomático, investigador, y exministro de relaciones exteriores y de salud de su país.

Cuando se desempeñó como ministro en ambas áreas, su gobierno fue acusado (sin que hasta ahora se haya aplicado ningún régimen de consecuencias) de abusos contra la población civil (torturas, asesinatos y desapariciones). Él mismo fue acusado de ocultar cifras para disfrazar la gravedad de la epidemia de cólera.

A pesar de todo esto, en el 2017 lo pusieron en el cargo (y lo reeligieron en el 2022 para cinco años más). Tampoco importó su militancia en el Frente de Liberación Popular de Tigray, de ideología marxista y acusado de crímenes de lesa humanidad. De hecho, fue el FLPT que aportó millones de dólares para impulsar su candidatura.

Cuando la OMS inició sus operaciones, concentraba sus esfuerzos en evitar la propagación de enfermedades infecciosas, como la malaria y la tuberculosis, y en mejorar la salud materno infantil.
Pero a medida que fueron pasando los años (y que sus integrantes descubrían que cualquier pretexto para “salvarnos” era bueno para recaudar y obtener una buena cuota de poder), fue inmiscuyéndose en cada vez más áreas.

Lleva la clasificación de las enfermedades y sus tratamientos, dicta las políticas sanitarias para viajes internacionales y en caso de epidemias, interviene en el desarrollo de vacunas, pretende controlar las donaciones de sangre y los transplantes de órganos, evalúa los medicamentos para su licitación en países pobres, participa en el suministro de agua potable y eliminación de residuos, y nos dice qué debemos y qué no debemos comer. En el 1991, por ejemplo, nos dijo que el café era cancerígeno…para desmentirlo después en el 2016; y ahora nos dice que la carne también lo es y que su producción afecta el cambio climático…(suena incluso que ha insinuado que deberíamos comer gusanos).

Tan amplio es el espectro de áreas donde se mete, y tan grande es el poder que ha conquistado, que en el 2020 fue capaz de imponer (por nuestro bien…) el cierre de todas las actividades económicas y educativas, en todas partes del mundo y prácticamente al mismo tiempo, porque alguien en China se comió un murciélago y de ahí surgió un virus, muy agresivo y peligroso (aunque dejaba vivo al 99 pc de las personas que infectaba).

Luego logró imponer una vacunación obligatoria con un producto experimental, fabricado al vapor, cuyos efectos reales solo se irán conociendo a través del tiempo. Lo que sí se sabe hasta ahora es que no inmuniza.

Ningún ciudadano, en ninguna parte del mundo, ha votado por esta gente. Y sin embargo, estamos a su merced.

Ahora hablan de una enfermedad X, que viene por ahí. Que habrá que encerrarnos de nuevo. Descubrieron cuan fácil fue y saborearon las mieles de la tiranía.

Están presionando además para que todos los países les cedan formalmente su soberanía en materia de salud, a través de un tratado de pandemias.

Es muy probable que lo logren.

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