La conmemoración el 16 del presente del 154 aniversario de la gesta restauradora de la Independencia Nacional, hace propicio un decreto o el envío por el presidente Danilo Medina al Congreso de un proyecto de ley que prohíba y penalice el uso de un color azul en la bandera que no sea el ultramar, como se establece en el artículo 31 de la Constitución. La bandera es el pabellón que representa al país y junto al Himno Nacional conforman los dos símbolos patrios más importantes, a los cuales debemos reverencia y respeto.
Existe una ley, la 360 de 1943, con sus varias modificaciones, que regula el uso de la bandera y la estricta observación de sus colores: el rojo bermellón, que representa la sangre derramada por nuestros próceres; el blanco, la paz por todos anhelada; y el azul ultramar, que representa el cielo que cubre y protege la República. Pero sucede que en la práctica no se respeta; y, por eso, vemos ondear banderas una del lado de la otra, con diferentes tonalidades del azul, lo cual, a mi juicio, es inaceptable y ofensivo. Este uso indebido de uno de los colores de la enseña nacional es común incluso en la sede del Congreso, ayuntamientos, cuarteles militares y, lo que es peor todavía, en muchas escuelas, lo que no ayuda a difundir los valores reales de nuestra nacionalidad. He venido desde hace años insistiendo sobre esta práctica que no ayuda al esfuerzo de reforzar el amor de los ciudadanos por los valores esenciales de la República, sin encontrar eco en las instituciones llamadas a hacer de ese símbolo una razón de orgullo y dignidad ciudadanos. Por esa razón, se impone una iniciativa presidencial que proteja la insignia que tiene en su cruz blanca una biblia abierta, lo que la hace diferente de todas las demás. Si la irrespetamos usando antojadizamente sus colores, qué podríamos esperar si llegara un día en que la nación se viera ante los peligros que las acechan.