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El gobierno del presidente Abinader no ha presentado aún su propuesta concreta de reforma fiscal y por las especulaciones e informaciones extraoficiales que circulan, hay una especie de incertidumbre, tensión y desasosiego entre los diversos sectores económicos y sociales.

Para definir los alcances precisos de esta reforma fiscal, la más impactante y dolorosa que va a presentar el Gobierno, existe una especie de enfrentamiento entre el equipo económico, sobre todo del lado de los fiscalistas, y los asesores políticos del presidente. Una reforma fiscal integral no es, ni debe ser, solamente un grupo de medidas económicas para lograr que el Gobierno incremente sus ingresos y pueda enfrentar sus grandes retos, en especial los pagos de los intereses de la deuda pública, que actualmente sobrepasan los 200 mil millones de pesos.

El área fiscalista del Gobierno se ha empecinado en llevarle informaciones al presidente Abinader que muestran solo una cara de la moneda de la realidad económica del país. Según ellos, es necesario eliminar todas las facilidades y exenciones fiscales de los diversos sectores económicos del país. Y con esa visión radical y fuera de toda lógica han amenazado y han propuesto quitarles los incentivos fiscales al sector industrial, al sector turismo, a las zonas francas y al cine.

Los asesores políticos del presidente Abinader han enfrentado con firmeza esa visión economicista y solamente técnica del equipo fiscalista del Gobierno. Han tratado de convencer al primer mandatario de que antes de tomar una medida irracional deben escucharse y tomar en consideración los argumentos de los diversos sectores del país y evaluar junto con ellos la mejor salida a la situación, a partir del hecho de que quitarles exenciones o facilidades a esos sectores podría traer como consecuencia que puedan dejar de generar empleos, riquezas, disminuya su nivel de pago de impuestos y aumente la informalidad en la economía.

En ese orden, el artículo publicado la pasada semana por Ligia Bonetti, expresidenta de la Asociación de Industrias de la República Dominicana (AIRD) y una de las líderes de ese sector, es más que aleccionador para el presidente Abinader. Ligia expresó duras críticas a las pretensiones del Gobierno de eliminar los incentivos a la industria nacional y en sus reflexiones afirmó lo siguiente: “…parece que hemos descubierto una nueva fórmula mágica: el progreso sin estrategia, la innovación sin incentivos y el desarrollo sin competitividad”.

En esa misma línea el presidente de Asonahores, David Llibre, dijo que si se eliminarán los incentivos al turismo se produciría un golpe demoledor a ese sector que en la actualidad es uno de los tres que mas aportan al desarrollo de la nación. Y fue más lejos al afirmar lo siguiente: “Una caída en la inversión extranjera hotelera se traduciría en un descenso en la oferta de habitaciones para que los turistas pernocten en el país, lo que podría reducir hasta en un 30 % la llegada de pasajeros. Además, si el capital extranjero deja de fluir, alrededor de 780 millones de dólares en recaudaciones estatales se verían comprometidos”.

En cuanto a la pujante industria del cine, los miembros de ese sector económico y cultural de la nación han empezado un amplio movimiento de protesta, ante las amenazas de que le quitarán los incentivos al cine dominicano, al eliminar la Ley de Cine 108-10.

Productores, directores, actores y empleados de todos los niveles de esta industria en ascenso, han expresado que sería un grave error que conllevaría a la muerte lenta de un sector económico que no solo le ha dejado beneficios al Estado sino que ha consolidado la imagen-país, que le ha generado empleos a más de 40 mil personas de forma directa, que ha permitido la llegada de una gran cantidad de inversión extranjera y que ha colocado la carrera de cine como una opción de futuro profesional para nuestros jóvenes.

Ante eso, el presidente Abinader debe tener mucho cuidado, él es economista y sabe de las implicaciones técnicas de la reforma, pero también es un político que conoce las fuertes y dolorosas consecuencias que traen las medidas impositivas no valoradas desde el punto de vista político. Particularmente confío en que el presidente escuchará los clamores y argumentos de los diversos sectores, y sabrá orientar la reforma fiscal por una ruta correcta que no afecte la paz social ni la estabilidad macroeconómica que, a final de cuentas, es lo más valioso que tenemos para desarrollar la propseridad de nuestra querida nación.

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