Santo Domingo, bautizada como Ciudad Primada de América, sigue creciendo. Crece y crece sin parar. Ya es una metrópolis cuya cantidad de habitantes debe rondar -al menos- los cuatro millones.
Con su vertiginoso crecimiento, sumado a grandes transformaciones -transformaciones que van acorde con el avance de las infraestructuras que se observan en las grandes ciudades- la capital de República Dominicana ha sido afectada por serios problemas.

¿A cuáles problemas me refiero? Son tantos, que una respuesta (“pura y simple”) no bastaría para que el lector quede satisfecho.
No obstante, haré un esfuerzo, sin que sea una real respuesta, de citar varias de las muchas dificultades que atacan a Santo Domingo, principalmente a su “casco urbano”.

Estos son algunos de los problemas que norman el desorden que envuelve (…) a nuestra mítica Ciudad Primada de América:
1.-Tránsito caótico. Es uno de los más graves problemas que abaten a Santo Domingo. No hay orden en el tránsito, los tapones son interminables. ¡Y a cualquier hora! Este caos en el Gran Santo Domingo ocasiona mucho estrés a la población.

2.- Ese desorden lo vemos -todos los días- en las principales avenidas: 27 de Febrero, Winston Churchill, Abraham Lincoln, Lope de Vega, Tiradentes, George Washington (Malecón), Kennedy…

3.- El 65 por ciento de las calles no están rotuladas. Ningún síndico (ahora al jefe de la ciudad se le llama alcalde) se ha preocupado en resolver tan viejo problema.

¡Es un problema más anciano que el hambre! Es el mismo problema que por decenas de años tienen -también en un gran por ciento- las casas de la capital.

Los frentes de las viviendas -principalmente las que se encuentran en las urbanizaciones marginadas, o barrios pobres- no están ordenadas en el plano de la numeración.

Muchas veces, y es una experiencia que he vivido, usted busca una dirección que le han dado y se cansa de buscarla.

Y no la encuentra porque ni está rotulada la calle que busca y mucho menos numerada la vivienda. ¡Un tremendo desastre!

5.- Y en este artículo no puede quedarse el eterno desorden que tenemos -igualmente por decenas de años- en el arrabal de la Duarte con París.

La esquina que forman la Avenida Duarte y la calle París, donde operan los legendarios trabajadores ambulantes (los llamados buhoneros), es “el infierno urbano capitalino de nunca acabar”.
La suciedad y el mayúsculo desorden que hay en la Duarte con París, llena de vergüenza a la metrópolis Ciudad Primada de América.

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