La historia política de Colombia –y probablemente de toda Latinoamérica- estuvo dividida en dos grandes “alas”, “grupos” o “sectores”: conservadores y liberales.
García Márquez trabaja este tema ideológico en toda su obra. En su emblemática “Cien años de soledad”, quizás la mejor novela escrita en español después del Quijote, incluso las define –irónicamente-, al narrar una de las “conversaciones nocturnas” entre Aureliano y su suegro don Apolinar Moscote:

“Los liberales, le decía, eran masones; gente de mala índole, partidaria de ahorcar a los curas, de implantar el matrimonio civil y el divorcio, de reconocer iguales derechos a los hijos naturales que a los legítimos, y de despedazar al país en un sistema federal que despojara de poderes a la autoridad suprema. Los conservadores, en cambio, que habían recibido el poder directamente de Dios, propugnaban por la estabilidad del orden público y la moral familiar; eran los defensores de la fe de Cristo, del principio de autoridad, y no estaban dispuestos a permitir que el país fuera descuartizado en entidades autónomas”. (García Márquez, Cien años de soledad, Ediciones Cátedra, págs. 191-192).

En “Un día después del sábado”, que forma parte del libro de cuentos “Los funerales de la Mamá Grande” (1962), el Nobel colombiano aborda estas diferencias políticas y hace una crítica a la corrupción administrativa en el final del cuento al producirse este diálogo entre el “dentista sin título”, don Aurelio Escovar, liberal; y, el alcalde del pueblo, luego de la extracción de una muela sin anestesia.

“-Me pasa la cuenta –dijo.
-¿A usted o al municipio??
El alcalde no lo miró. Cerró la puerta, y dijo, a través de la red metálica.
-Es la misma vaina.”

Con este mismo desparpajo se han confundido históricamente las cuentas nacionales con las de muchos funcionarios públicos que pasan, muchas veces, de modestos jornaleros a prósperos empresarios al confundir “sus” recursos con los de “todos”.

Ronald Reagan en 1980 le ganó las elecciones a Jimmy Carter –entre otras importantes situaciones- con esta pregunta al electorado: “¿Estas hoy mejor que hace cuatro años?”. Esta u otras similares podrían hacerse los ciudadanos: ¿Cuál de los grandes problemas nacionales ha sido resuelto en los últimos años? ¿Te sientes más o menos seguro al salir a las calles? ¿Confías en la Policía Nacional? ¿El dinero te alcanza para cumplir todos tus compromisos? ¿Llega agua y luz suficiente a tu sector? ¿Consideras que pagas poco o mucho por estos servicios? ¿La comida está más cara o más barata que antes? ¿Hay dinero en “la calle”? ¿Qué opinas de la justicia? ¿Tus hijos reciben una buena educación pública? ¿Tus hijos pueden conseguir fácilmente un empleo? ¿Piensas que el país va por buen camino?

Estas y otras preguntas, en un ejercicio de ciudadanía crítica y objetiva, debemos hacérnoslas cada cierto tiempo. Para no repetir lo negativo del pasado y ayudar a construir un mejor futuro, para beneficio de todos.

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