Poesía infantil en el Centro Cultural Perelló

Mas Jesús les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de los que son como éstos…

Mas Jesús les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos.» (Evangelio de San Mateo 19, 14: Biblia de Jerusalén)

Recientemente estuve en el Centro Cultural Perelló de Baní, que es a esta ciudad sureña lo que el Centro Cultural Eduardo León Jimenes es a Santiago de los Caballeros.

Constituye un legado a su pueblo de la familia empresarial Perelló, procreada por don Manuel de Jesús Perelló Báez y fundadora de Industrias Banilejas, la que produce el café “Santo Domingo” y el “Induban Gourmet”, tan del gusto de dominicanos y extranjeros.

Está situado a unos dos kilómetros antes de llegar a Baní yendo desde Santo Domingo y de lejos se divisan los tres grandes círculos de hormigón, dos huecos (el grande y el pequeño) y uno lleno con el símbolo de esa institución cultural: una persona artísticamente estilizada, los brazos levantados y las manos sumergidas en una nube de circulitos coloreados.

En un ambiente de orden, limpieza y silencio y acompañado del guía Ruddis Zapata, hice un recorrido por el Auditorio, el Salón de Exhibiciones, la Biblioteca-Mediateca, los dos salones multiuso, la Cafetería; y la Terraza, donde hay una pared con un hermoso mural en mosaicos donde el artista Said Musa pintó escenas de la relación de los banilejos con el café.

En el Salón de Exhibiciones me encontré con la exposición titulada Semántica del Río, muestras de pinturas, fotografías, poesías y cuentos infantiles, todos con motivos de preocupación medioambiental, tristezas y penas causadas por las inundaciones del río Nigua en San Cristóbal, acrecidas sus aguas por el huracán Irene en agosto del año pasado; esas aguas inundaron las casas a eso de las 3:00 a.m., destruyendo todo a su paso. La Fundación Literaria Aníbal Montaño (FLAM) se ocupó más tarde de recoger las impresiones y vivencias de los niños, expresadas en poesías, pinturas y cuentos, los cuales vi, leí y fotografié en ese Salón de Exhibiciones.

Quedé impresionado por esas expresiones artísticas, casi todas acompañadas por las fotografías de las caras inocentes de esos niños, con la flor de la sonrisa en los labios.

Alba Roselis Alcántara, de 9 años, rememora al causante de la inundación en un solo verso de bellísima metáfora:
El río pasa por mis sueños cuando estoy dormida.

Para Deury Lara Vizcaíno (¿edad?), en cambio, la lluvia derrama músicas húmedas sobre el techo hogareño:
Cuando llueve / el cielo se abre paso / hacia las pequeñas canciones/ que caen sobre mi casa.

César Alberto Sierra, a sus 10 años, ve la existencia con colores grises, ve naufragar con Dios mismo el barco que carga con sus ilusiones:
Mi barquito de papel esta en medio del mar / hay una tormenta, la brisa es muy fuerte/mi barquito de papel se hundió / y siento que mis sueños se hundieron /y sentí que Dios se hundió en medio del mar / mi barquito de papel quería llegar a la otra orilla /pero a mitad de camino se ha hundido mi barquito / mi barquito lleva mis imaginaciones /mi barquito de papel iba muy cargado.

En la misma línea quejumbrosa se expresa Dayrobel Ramírez, de 9 años, describiendo el efecto arrollador de la corriente, sacándola del colchón de colores donde soñaba:
El río me arrastró en la noche / cuando estaba soñando en un arcoíris /y me desperté en un río de lágrimas.

Con sus 15 años, Leydy Santana manifiesta sus pujos iniciales de reivindicadora social:
Pero no, no estamos en el país / del nunca jamás, es una /realidad que estamos en el / barrio y estoy llorando frente a mi casa.

El caso de Cheila Mabel, despierta mucha admiración, pues a la tierna edad de 10 años, hila unos versos hermosos y significativos; habla como si estuviera enamorada, sin que se explicite el objeto de su amor. ¿A quién amas, Cheila? ¿A la lluvia? Veo en tu foto los ojitos dulces, la sonrisa a boca cerrada, tus pares de trenzas a ambos lados de tu carita color ámbar cayendo sobre tus hombros:
La nube blanca / derrama su caricia /Me ve pero no la veo / La nube me toca y no la /siento / La nube brilla pero no / es un diamante /La nube llora y es la / lluvia que me moja.

La nube es mi corazón / amándote / y el cielo acariciándote / La nube es el rocío de tu /mirada / La nube es el diamante /que ilumina mi corazón / La lluvia cuando llora /me moja el alma.

Carolina Delgado, 11 años, es enteramente descriptiva y sólo expresa la objetividad externa inmediata de la impregnación acuosa, destacándose la metáfora de las miradas:
Cuando llueve los / árboles se mojan, las /plantas se mojan / el jarrón se moja /la lluvia cae / las flores se mojan /mi casa se moja / mis cosas se mojan /las mismas miradas / se mojan /los arboles se mojan / mis libros se mojan /mi cama se moja / no puedo dormir en ella.

En los versos de Katy Vizcaíno, 13 años, ¿se podría decir que hay optimismo en la luz solar que parece conjurar las tinieblas oníricas?:
Cuando me levanto / no hay lluvia / sólo hay sol / en mis sueños oscuros.
Darihanna Mesa, 11 años (amplia sonrisa mostrando sus dientes, mirada apacible, tez clara, cabellos trenzados cayendo sobre la oreja derecha), cuenta, con un tonillo melancólico, lo que el río le quitó:
El río se lleva mi / corazón / junto a mi paloma / blanca / se llevó mis versos / entre las corrientes / mi cuaderno se lo llevó / de recuerdo / se llevó mi flor a la que / más quería / se llevó mis hormigas / campesinas /
En cambio, Franchesca Massiel, 12 años (tez aceitunada, sonrisa tan delicada como la de la Mona Lisa de Leonardo da Vinci, pero mostrando la bella dentadura), se regocija con la lluvia, regalo músico-sensorial caído del cielo:
Cuando llueve / el agua azul me ilumina / el agua azul me baña / los sentidos / oigo el agua caer al zinc / cuando llueve / siento el agua caer al / árbol / me siento feliz / porque me gusta / bañarme en la lluvia.

Rubenia Morlan, 11 años (sonrisa dulce mostrando la hilera superior de dientes entre labios gruesos, tez color ébano, nariz ancha, cabello crespo, mirada de estanque sereno), con su pincel recién estrenado, traza, con su barquito de papel, un itinerario de secuencias felices salpicadas de bellezas metafóricas, el cual termina, inesperada y lamentablemente, en una caída, pasando súbitamente de la dicha a la desgracia. ¿Quién te empujó, Rubenia? ¿Alguien contrariado de verte feliz? ¿Acaso el río?:
Mi barquito de papel / lleva cielo, lleva islas / lleva libros, con mi / barquito de papel /encontré una casa / entré en ella, y encontré / un nido en un árbol, / tenía una palomita con / mucho frío / la acaricié hasta el / amanecer, se durmió / yo volé por el cielo /soñando que era un / ángel / mi barquito de papel / con un mar cerca /alguien me empujó / y caí.

Génesis Álvarez, 12 años (ojos y labios sonreídos, tez morena, cascadas de cabello ensortijado cayendo sobre sus orejas), anuncia la existencia en el mundo de un barrio, el suyo, donde se escriben poesías y hay personas que ama:
Hay un barrio en el / mundo /donde los niños / escriben versos /que iluminan mi vida / donde están todos los / poetas. / Hay un barrio en el /mundo / que tiene la persona que /yo quiero / y que la llevo en mis / recuerdos.
Pero el caso más insólito es el de Darihel Mesa, todo un niño, de sólo 4 años; en su foto se ve sonreído, ojos entornados, cabeza con apenas cabellos, orejas grandes, tez clara, labios carnosos. Sus bellas y significantes metáforas, su versificación consanguínea con la de poetas modernos (¿surrealistas?), hacen pensar, si no fue ayudado por una mano adulta, en toda una promesa del futuro parnaso dominicano:
La lluvia cae en mis pensamientos
la lluvia cae sobre mí
la manzana se come al niño.
la manzana sabe a nada
el cuchillo atrapó la manzana
la casa atrapó al cuchillo
la silla me la movieron después del universo
en mi escuela hay niños para jugar
crismeylin tiene los ojos amarillo, no azul [es]
crismeylin camina en una hoja
crismeylin hace la oportunidad
y después me la da a mí
Congratulamos vivamente a La Fundación Literaria Aníbal Montaño por tan bella iniciativa: la de sembrar en esos niños semillas de creación artística. Sólo esperamos que ellas germinen con fuerza y produzcan no sólo abundantes frutos, sino que éstos sean, además, buenos y sanos. l

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