Hace veinte años, cuando recién acabé de concluir mi tesis doctoral, que posteriormente se editó en un libro llamado Cartagena de Indias y la región histórica del Caribe 1580-1640, tuve la oportunidad de viajar a ciudad de México donde amablemente fui invitado por dos investigadoras del Instituto José María Mora, que sin duda alguna, durante los largos años de mi investigación doctoral habían sido un referente en mis lecturas y en la construcción conceptual de mi óptica del Caribe, que ya en ese momento saltaba de las concepciones nacionales a una región más amplia que incluía las islas y las costas continentales, aquello que los norteamericanos de la era de Reagan empezaron a llamar en los años ochenta del siglo pasado, la gran cuenca del Caribe.

Las dos investigadoras mencionadas son Johanna Von Granfenstein, autora de texto tan relevantes como El golfo Caribe y sus puertos y el Caribe en los intereses imperiales y Laura Muñoz, que publicó trabajos destacados como El golfo Caribe, de límite a frontera de México y México y el Caribe. Vínculos, intereses, región. Ambas me ofrecieron un espacio en un seminario de investigación que por entonces tenían y me permitieron presentar mi trabajo doctoral centrado en el Caribe de la primera mitad del siglo XVII, tiempo en el que la ciudad puerto de Cartagena de Indias se convirtió en el eje articulador del comercio de la región desplazando a la ciudad de Santo Domingo, que lo había sido durante la primera mitad del siglo XVI. Fue una oportunidad inolvidable para mí exponer en uno de los centros de investigación que por aquel entonces ya tenía una de las producciones más notables de estudios de la región.

Eso no ha cambiado durante los últimos veinte años, el instituto Mora es el referente principal de la academia mexicana en los estudios del Caribe y tanto su producción académica, como en la formación de personal de investigación su labor es más que notable. Los días 28 y 29 de noviembre se celebró, una vez más, uno de sus seminarios de más larga data que mantiene, El Caribe, visiones históricas de la región, coordinado por la doctora Laura Muñoz, que inició como seminario interinstitucional en el año 2002. Desde entonces ha logrado consolidar un grupo de trabajo que se reúne de manera presencial una vez al año, integrado por investigadores de diversas disciplinas y provenientes de variadas instituciones internacionales que coinciden en el objetivo de tratar de entender mejor al Caribe, a sus sociedades, sus políticas, su historia, su cultura y su evolución económico-social.

En esta ocasión, el centro de estudios caribeños de la PUCMM fue invitado y estuvo representado por la doctora Mu-Kien Sang Ben y el que suscribe, teniendo con ello la oportunidad de presentar el doctorado en Historia del Caribe, la maestría en estudios caribeños y el proyecto de investigación Conneted Wordls de la Unión Europea en el que participamos junto a catorce instituciones europeas, caribeñas y latinoamericanas.

En esta ocasión, compartimos el espacio con especialistas tan destacados como el colega puertoriqueño Pedro L. San Miguel, los dominicanos Juan Alfonseca y Elisa Lister, los cubanos Juan Abreu y Yolanda Wood, y colegas mexicanos como María Teresa Cortés Zabala, de la Universidad de Michoacán; Gabriela Pulido, del Instituto de Antropología e Historia; Margarita Vargas, Enrique Camacho e Isabel de León, de la Unan; Margaret Shrimpton, de la Universidad de Yucatá, Ana Elvira Cervera, Rafal Reichel, Alvaro Alcántara y varios estudiantes de posgrados que alimentaron las discusiones con sus nuevas propuestas investigativas.

La mayoría de los trabajos presentados durante todos estos años se enmarcan, tomando las palabras del historiador Pedro L. San Miguel acerca de las Visiones del Caribe, en uno de cuatro metarrelatos: la geopolítica, los dilemas de los procesos económicos, la identidad y las resistencias de los subalternos. Quizá, todos inmersos en un relato mayor: el de la dualidad de civilización y barbarie en sus diferentes manifestaciones. Según el primero de tales metarrelatos, el Caribe se concibe como un espacio definido fundamentalmente por fuerzas geopolíticas. La segunda de esas metanarraciones sostiene que la economía ha tenido un papel más determinante aún en los imaginarios sobre el Caribe. En el tercero, que gira alrededor de las identidades, el color, la etnicidad o los orígenes nacionales actúan como factores cardinales en la configuración de las interpretaciones identitarias del Caribe. Finalmente, las resistencias, en particular de los subalternos, remiten a las formas de oposición a los sectores dominantes y a las estructuras de poder, sobre todo el colonialismo, que históricamente han operado en la región. Los diferentes trabajos presentados a lo largo de los años muestran las tendencias en la investigación, el predominio de ciertos temas, los que se ponen de moda, pero también, las ausencias, los silencios, que también revelan los intereses de los caribeñistas.

Para nuestro proyecto es un reto y un desafío participar en estos espacios internacionales de alto nivel académico, donde uno puede nutrirse de las experiencias y trabajos de los colegas internacionales en diálogos donde predomina el pensamiento crítico y se construyen nuevas interpretaciones y avances en el entendimiento de una región, tan rica como compleja, que por demás necesita conocerse y quererse un poco más. De otro lado, también mencionar el esfuerzo que hacemos por hacer presente nuestra producción científica desde las ciencias sociales a pesar de las dificultades que ello implica en un país como República Dominicana, donde inexplicablemente el desarrollo de las ciencias no es una prioridad de gobierno, y los pocos gestores de la ciencia que hay tienen un concepción limitada y pobre de que esta solo se circunscribe a las ciencias duras, como si no entendieran el mundo actual y las graves consecuencias sociales y ambientales que tiene esa mirada limitada.

¿Será verdad como sostenía Max Weber que política y ciencia son incompatibles?

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