Ninguno de los muchachos que íbamos al matinée “sin mancar”, en el cine de Tamboril (antigua estación del Ferrocarril Central Dominicano), nos identificamos con los indios y menos imaginamos que no eran indios de verdad. Tenían los ojos azules y se les notaba la oscuridad del mentón bien afeitado y usaban pelucas tan falsas como la ilusión de la rotación hacia atrás de las ruedas de la diligencia.

El cine tiene una magia manipuladora que coloca la cámara en el saloon, en la oficina del sheriff, y hasta donde el herrero para que tú, como espectador, acoja ese espacio como el tuyo y luego, los ataques de los indios, que los vaqueros enfrentan, son también ataques contra ti. Y ya no hay vuelta atrás. Tu quieres que los persigan y los castiguen. Siempre son los malos como predicaba el pastor Smith en una caravana que iba por las praderas de Kansas hacia el oeste. Todo el territorio tenía que ser modernizado. Es así como, tanto los indios, como México, fueron despojados de su hábitat natural. México perdió toda California y Texas lo que los nombres de santos de casi todas las ciudades lo testimonian. George Armstrong Custer, que privaba más en valiente que el caballito que tiene la paja encima y no la siente, en sus fanfarronerías asumió muy bien el mandato de aplicar el exterminio lo que le salió más caro que todo el oro que los ingleses le robaron a Venezuela con el cuento del autoproclamado presidente Guaidó.

A Custer lo acorraló Caballo Loco y Toro Sentado. Ni uno estaba loco y el otro no se sentaba nunca con las tropas de Theodore Roosevelt detrás, cargadas de saña.

Los residuos de esa civilización, entre niños, ancianos, mujeres y perros que metieron a la fuerza en las reservas, fueron adoctrinados, y perdieron toda la identidad, cultura y hasta el idioma. Tal y como se ve en la serie de televisión “Anne with an E” que los indios son maltratados y obligados a someterse a la nueva religión del viejo mundo. Era la Ley del más fuerte, la ley de la Edad Media que se siguió aplicando en Corea, Vietnam, Irak, el Chile de Allende, la Cuba de Fidel y la Venezuela de Chávez.
Uno de tantos, de estos sitios de reserva, fue la Indian Industrial School de Carlisle, Pennsylvania que fundó el capitán Richard Henry Pratt en 1879 cuando aquí Luperón gobernaba con más deseo de irse a París y soltar la manigua que otra cosa.

En esa escuela se destacó como un deportista hábil y versátil el joven Wa-Tho-Huk que en kikapú significaba “camino iluminado por una gran luz” pero que la “americanización” convirtió en “el cristiano vivo” Jacobus Franciscus “Jim” Thorpe y que otras fuentes contradicen y lo llaman James Francis Thorpe. Con ninguno de los dos nombres era un bright path o sendero luminoso.

Como el jovencito, achinao por sus ancestros mongólicos que pasaron el estrecho de Bering hace más tiempo que el carajo, era un jodón en casi todos los deportes, al coach de Carlisle se le ocurrió inscribirlo en los juegos olímpicos nacionales preliminares en los que calificó.

“El Camino Iluminado” llegó a tiempo a Estocolmo, Noruega para participar en el decatlón y pentatlón entre el 5 de mayo y el 27 de julio de 1912. Ese mismo año Thorpe había jugado fútbol contra Eisenhower que sería presidente. En esas olimpíadas ganó el oro en las dos categorías.

En el pentatlón quedó: 1er. Thorpe, 2do. Ferdinand Bie de Noruega, 3ro. James Donahae de los Estados Unidos y en 4to. Frank Lukeman, canadiense. En la primera prueba de salto largo, logró 7.07 metros. En la segunda, lanzamiento de jabalina, la mandó a más de 46 metros. Y la carrera de 200 metros la hizo en 22.9 segundos, más rápido que El Correcamino. El disco, igual que como la imagen griega del discóbolo de Mirón, lo envió a más de 35 metros y la última prueba, 1,500 metros, le tomó 4 minutos y 44 segundos.

En el decatlón obtuvo lo siguiente:
I. 100 metros. Llegó en segundo en tiempo de 11 segundos.
II. Salto largo ocupó el tercer lugar con 6.87 metros.
III. Lanzamiento de peso quedó en primer lugar con 12.99 metros.
IV. Salto alto lo hizo con 1.87 metros.
V. En los 400 metros llegó en cuarto con 52.2 segundos.
VI. En el lanzamiento del disco quedó en tercero con 36.98 metros.
VII. En la carrera con obstáculos de 110 metros llegó de primero con 15.6 segundos.
VIII. El salto con garrocha le dio el tercer lugar con 3.25 metros.
IX. En jabalina ocupó el cuarto con 45.70 metros.
X. En la carrera de 1,500 metros ganó con 4 minutos y 40 segundos.

Al año siguiente, 1913, el Comité Olímpico le retiró las medallas por un fuerte sentimiento racista disfrazao de supuesto “profesionalismo” en un deporte en que participó Thorpe y que ellos estaban para verificar antes de los juegos. Ellos nunca pensaron que el indio sería la sensación del evento y el kukluxklanismo le brotó con el mismo odio con que lincharon a tantos esclavos en el sur.

En realidad, Thorpe completó la obra de Jack Johnson quien se coronó campeón de boxeo de los pesos pesados al vencer en Reno, en 1910, a James Jeffrie.

Dos grandes mitos se le derrumbaron a los “americanos”: la supremacía blanca sobre la negra y la superioridad del blanco sobre el indio.

La venganza contra Johnson fue acusarlo de violar la ley al casarse con una mujer blanca lo que en California era correcto, pero esperaron a que Jack saliera del Estado para guardarlo detrás de las rejas.

En 1982 Antonio Samaranch, presidente del Comité Olímpico, le devolvió las medallas a Thorpe. Las recibieron sus hijos porque el Camino Iluminado iluminaba las praderas del infinito y participaba en los olímpicos celestiales desde 1953.

De los 2407 atletas que participaron en Estocolmo en 1912, 174 eran norteamericanos entre los que se encontraba el famoso general George Patton más valiente en las cintas cinematográficas de Hollywood que en los batallones tal y como lo cantara Atahualpa Yupanqui.

En la República Dominicana los mocanos seguían llorando a Mon, cuya sanguinaria guardia no pudo impedir que Luis Tejera y su grupito lo emboscara en el camino (hoy av. Independencia) por la cercanía de Güibia. No se enteraron de esos juegos, salvo los señoritos del Centro de Recreo de Santiago que recibían la prensa parisina y comentaban los eventos bebiendo ron Beltrán, jugando billar y alardeando de tener más vacas uno que el otro.

Existe un pueblito en Pennsylvania con el nombre de Jim Thorpe. Se llamaba Mauch Chunk y gracias a las diligencias de Patricia Askow, la tercera esposa, se hizo el cambio que honra al atleta considerado en 1999 como el tercer mejor de todos los tiempos después de Babe Ruth y Michael Jordan.

El Sistema Democrático que implementó Estados Unidos padeció desde siempre del piogán del racismo contra los descendientes de África, de la carcoma racista contra los indios y del comején contra los latinos. De esas tres plagas no se han curao todavía.

Es impensable e inadmisible que tenga vigencia y sea legal una asociación de terroristas como el Ku Klux Klan que no solamente debiera estar prohibida, sino que cualquiera que se declare a su favor sea castigado por el contenido de odio de sus estatutos.
Thorpe, Jackson, Jesse Owens, Mohammad Alí, Tyson, Clemente, Virgil, Marichal, César Chávez, Ricardo Carty, Los Alou, Manuel Mota, Rosa Park, Jackie Robinson…todos fueron víctimas de acoso y discriminación racial.

Las medallas de Thorpe intentaron distribuirlas a los atletas que quedaron por debajo de él y ninguno aceptó la
arbitraria decisión.

Fue y sigue siendo una torpeza contra Thorpe y una torpeza del sistema.

Posted in CulturaEtiquetas

Más de gente

Más leídas de gente

Las Más leídas