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Es difícil encontrar un personaje tan despreciable y repulsivo, tan inmoral y tan frívolo, y a la vez tan popular y admirado como Porfirio Rubirosa. Porfirio Rubirosa Ariza.

Rubirosa fue el más famoso cortesano de la era de la bestia, quizás el dominicano más vergonzosamente mencionado y glorificado de la historia. Quizás Porfirio Rubirosa, junto a Pedro Henríquez Ureña y Maximo Gómez (guardando, por supuesto, las insalvables diferencias), sean todavía hoy los dominicanos de mayor proyección internacional.

En Europa lo idolatraban, lo celebraban y lo celebran como el más grande play boy del siglo XX, como si fuera algo honroso, como si fuera admirable conquistar y desplumar mujeres ricas y además propinarles de vez en cuando golpizas. El hecho es que Rubirosa (o simplemente Rubí como le decían cariñosamente) aparecía en los noticieros, aparecía de refilón en algunas películas francesas, en las carreras de caballo y de autos, aparecía hasta en la ensalada. Los franceses bautizaron en honor a su miembro los grandes pimenteros de sus restaurantes de lujo con el nombre de Rubirosa, la prensa amarilla celebraba sus conquistas, celebraba al seductor irresistible, celebraba al jugador de polo, al piloto de carreras de autos, al hombre que según decía estaba demasiado ocupado para trabajar… Terminó convirtiendo al vulgar gigoló, al vulgar chulo, al infame prostituto, al detestable falócrata y vividor y maltratador y engañador de mujeres en una especie de modelo a seguir, en un personaje de culto.

De las bellaquerías que cometió en la misma Europa y de los asesinatos en que se vio envuelto al servicio de la bestia raramente se decía una palabra, si acaso se decía algo. Rubirosa estuvo involucrado en escándalos internacionales y en algunos de los peores crímenes que la bestia patrocinó en el extranjero, aparte de los que cometió por cuenta propia.

Por órdenes de la bestia, en el año de 1935 participó en la planificación y tentativa de asesinato del exiliado antitrujillista Ángel Morales, que vivía en Nueva York, y que culminó, por un azar del destino, con la muerte de Sergio Bencosme, hijo del hacendado Cipriano Bencosme, ultimado en 1930 por sicarios de la bestia. Sergio Bencosme se convertiría en la primera víctima de la bestia en el extranjero. El hombre que le quitó la vida era un primo de Porfirio, un desalmado gatillero llamado Chichí Rubirosa. Luis de la Fuente Rubirosa, alias Chichí.

Porfirio Rubirosa estuvo involucrado igualmente —junto a Felix y Minerva Bernardino y el general Arturo (Navajita) Espaillat— en el rapto de Galíndez y en tareas de espionaje y otras cosas sucias que muchos de sus admiradores prefieren no mencionar.

Durante la guerra civil española y el período anterior al estallido de la segunda gran carnicería mundial —amparado en su condición de diplomático— fueron numerosas las canalladas que cometió en perjuicio de exilados y fugitivos que buscaban salir desesperadamente de Europa y pagaban lo que fuera por un pasaporte o cualquier tipo de salvoconducto que les permitiera ponerse a salvo en algún país americano. Además, alguna vez fue mencionado, junto a otros diplomáticos dominicanos, en el robo y contrabando de valiosas piezas arqueológicas provenientes de Grecia. Se le menciona, por igual, en el asesinato de un polaco con el que viajó a España en busca de unas joyas durante la guerra civil, a finales de los años 1920.

Según se dice, el polaco y un joyero español se habían puesto de acuerdo con Rubirosa para que Rubirosa y el polaco fueran a rescatar lo que constituía prácticamente un tesoro, unas valiosas prendas que no habían podido sacar del territorio español. Era un viaje lleno de peligros que Rubirosa logró sortear viajando desde Francia en un automóvil con placas diplomáticas y con sus credenciales de diplomático, por supuesto. Rubirosa hizo el viaje de ida y vuelta y entregó al joyero español una parte del botín, quizás una parte insignificante.

El polaco en cambio desapareció o lo hizo desaparecer Rubirosa. También desapareció en los bolsillos de Rubirosa la mayor parte de las prendas. El polaco, desgraciadamente —de acuerdo con la versión de Rubirosa— fue víctima de la guardia fronteriza, al igual que el resto de las joyas, y Rubirosa no podía estar más compungido.

Lo cierto es que Rubirosa siempre tuvo problemas con las autoridades europeas y si salía bien librado era solo debido a su buena suerte y a su condición de diplomático. Incluso con la bestia tuvo problemas serios que pudieron costarle la vida. Trujillo mandaría a matarlo, supuestamente, para castigarlo por las golpizas que le había propinado a su hija Flor de Oro cuando estuvieron casados. Las golpizas y los cuernos. Rubirosa ya había sido despojado por la bestia de su condición de diplomático, pero sus amigos lo pondrían sobre aviso y se ocultaría durante un tiempo. Quizás no haya nada de cierto en esa historia, quizás se trató de una falsa alarma, pero con la bestia nunca se podía estar seguro.

Lo que sí es cierto es que estuvo a punto de perder la vida en 1946 —cuando recién había terminado la segunda guerra mundial—, por cortesía de unos miembros de la resistencia francesa que le metieron tres balazos en el cuerpo. Pero el blanco, o en este caso el trigueño, no era Rubirosa. Se trataba de un mal entendido, una equivocación o mejor dicho un lamentable accidente. Nadie quería eliminar a Rubirosa, sino a su reciente esposa, la bella actriz Danielle Darrieux, a quien se acusaba de colaboracionista. Rubirosa, según se dice y se repite, recibió heroicamente los balazos destinados a ella y le salvó la vida. Sin embargo, nada tendría de extraño que Rubirosa también fuera colaboracionista o simpatizante del nazismo. Lo extraño sería que no lo fuera. Lo más probable es que ambos eran colaboracionistas y filonazistas y que los erráticos balazos estaban dirigidos sin discriminación a uno y otra con la intención de poner fin a sus días, pero no cumplieron su cometido. Desafortunadamente las balas tuvieron mala suerte. l

(Historia criminal del trujillato [90])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso”

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3).

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