Personal de emergencias trabaja en la labor de búsqueda de víctimas en edificios desvastados por el terremoto en Turquía. EFE/EPA/Refik Tekin
Personal de emergencias trabaja en la labor de búsqueda de víctimas en edificios desvastados por el terremoto en Turquía. EFE/EPA/Refik Tekin
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Una serie de potentes terremotos que ha sacudido la zona fronteriza entre Turquía y Siria ha dejado alrededor de 4,300 muertos y 19,000 heridos en ambos países. Asimismo, derrumbó miles de edificios.
Al menos 2,921 personas han muerto y otras 15,834 han resultado heridas en Turquía.

En Siria hay aproximadamente 1,300 fallecidos y 3,400 heridos en zonas que están bajo el control de Damasco. También en las provincias noroccidentales de Tartus, Latakia, Hama y Alepo.

La gravedad de la situación, sumada a las precariedades históricas que padecen los habitantes de esas zonas motivó la reacción solidaria de organismos internacionales y de gobiernos de todo el mundo.

El papa Francisco pidió “fortaleza y perseverancia” para los servicios de socorro que trabajan en la zona. Mientras tanto, los principales representantes de gobiernos extranjeros y organismos de ayuda ofrecieron su colaboración con equipos de búsqueda y rescate.

En el mundo globalizado en que vivimos, es importante que ante tragedias como la de Turquía y Siria, que afectan a miles de seres humanos en su mayoría pobres y postergados, se internacionalice la solidaridad.

Recientemente República Dominicana experimentó un temblor de tierra de magnitud 5.6 en escala de Richter. Quizá por lo reciente de esa experiencia, deberíamos mirarnos en el espejo de este drama que afecta a estas dos naciones árabes.

Ante el sismo que afectó a nuestro país, la respuesta de los entes oficiales encargados de este tipo de situaciones fue prácticamente nula. Ni se sintió.

Otra carencia notoria fue la falta de coordinación entre los organismos de socorro para ofrecer informaciones a tiempo, claras y precisas. Cosas que resultan vitales en momentos en que la población pudiera estar necesitando de socorro. O siquiera de una orientación ante este estado de desastre natural.

Quizás, además de solidarizarnos con las víctimas de este drama humano en Turquía y Siria que a todos nos lacera, haya llegado la hora de que en nuestro país empecemos a prepararnos de manera concreta, con protocolos establecidos y mecanismos idóneos para que un desastre natural sea ocasión de desplegar acciones efectivas de ayuda y solidaridad, en lugar de terminar contando muertos y edificios convertidos en ruinas.

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