Algunas incidencias en el entorno de los congresistas, potenciadas por el deplorable incidente en el despacho del ministro de Educación, actualizan la demostrada baja calidad de los legisladores.

Y aunque el peculiar episodio entretiene, reproduce otros escenarios en los que los legisladores han pretendido penetrar “atentos a ellos” o “a la fuerza”, invocando ser el primer poder del Estado (verbigracia la Central Termoeléctrica Punta Catalina y la cárcel pública de San Juan, que opera dentro de una instalación militar).

Son solo tres casos, pero abundan las evidencias de un legislador que no conoce los límites de su función ni posee la elevación suficiente para honrar su investidura.

Una pena que el tema de la calidad que debieran ostentar sea para los períodos electorales en los que, paradójicamente, casi siempre se impone el pago de favores políticos y/o económicos y el encubrimiento de actividades non sanctas.

Las discusiones, reprimendas y dimes y diretes que cotidianamente ocupan a los congresistas son, cual calco, eternas, las mismas de siempre.

No pretendemos meterlos a todos en un mismo saco ni que paguen justos por pecadores, y que conste que no hablamos de personas ni de nombres sino de la institución.

Con muy pocas expectativas de que en 2024 será diferente, pero aprovechando que actualmente diputados y senadores están en boca del pueblo y ocupan el comentario de cada esquina, insistimos en abogar por un legislador con un perfil distinto del actual.

Que sea enemigo jurado del renombrado y nunca visto hombre del maletín; que entienda que su papel no es cambiar de posición o de estatus social; que no ascienda por méritos familiares y políticos ni mucho menos por intereses mercuriales; que sea fiel expresión de sus electores y que se considere únicamente un representante de su comunidad.

Puede ser perder el tiempo o divagar, pero ojalá llegue la hora en que se haga conciencia de la importancia de este poder del Estado y pierdan vigencia en el imaginario popular los versos de la añeja décima de Juan Antonio Alix: “Para a un Congreso ir/solo hay que saber decir/corroboro, corroboro”.

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