La proclamación de la Independencia Nacional en febrero del año de 1844, fue un hito histórico cuya concreción aún moldeamos. Para llegar a este momento dos grandes sectores nacionales trabajaron en conjunto: conservadores y liberales. Si bien tenían formación, origen, sentimientos y deseos diferentes en múltiples temas, coincidían en la necesidad de la separación de Haití. Las diferencias podrían solucionarse después, ya libres e independientes. Tanto Duarte como los conservadores pensaron lo mismo.

Uno de los representantes del sector conservador nacional era don Tomás Bobadilla y Briones, político de fecundas habilidades e innegable instrucción que ocupó todos los cargos posibles durante sus casi 70 años de actividad pública, y quien tuviera la gloria de redactar el Manifiesto del 16 de enero de 1844. Pero, al ser Bobadilla una especie de símbolo del conservadurismo en el país, por años se quiso cuestionar su autoría, pero ya esas objeciones están superadas.

El Manifiesto fue nuestra acta de independencia y el documento institucional que sirvió para gobernar la naciente república, hasta nuestra primera Constitución, del 6 de noviembre de 1844. Es decir, fue una especie de “pre constitución”.

El documento lleva por título: “Acta de separación dominicana del 16 de enero de 1844”, es una “Manifestación de los Pueblos de la parte del Este de la Isla antes Española o de Santo Domingo, sobre las causas de su separación de la República Haitiana”.

A juicio del destacado abogado e historiador Wenceslao Vega B.: Es el documento más importante de la historia dominicana” (Los documentos básicos de la historia dominicana, pág. 199).

El primer párrafo es una justificación de la tarea a emprender: “La atención decente y el respeto que se debe a la opinión de todos los hombres y al de las naciones civilizadas; exige que cuando un Pueblo que ha sido unido a otro, quisiere reasumir sus derechos, reivindicarlos, y disolver sus lazos políticos, declare con franqueza y buena fe, las causas que le mueven a su separación, para que no se crea que es la ambición, o el espíritu de novedad, que pueda moverle.” Y agrega, inmediatamente: “Nosotros creemos haber demostrado con una constancia heroica, que los males de un gobierno, deben sufrirse, mientras sean soportables (…) pero cuando una larga serie de injusticias, violaciones y vejámenes, continuando al mismo fin denotan el designio de reducirlo todo al despotismo y a la más absoluta tiranía, toca al sagrado derecho de los pueblos y a su deber, sacudir el yugo de semejante gobierno, y proveer a nuevas garantías; asegurando su estabilidad, y su prosperidad futura” (págs. 189-190).

El documento es largo, contiene quejas de la situación (diferencias de costumbres, confiscación de propiedades, tiranía, etc.), aspectos jurídicos, así como los principios sobre los que iba a regirse la nueva nación independiente (democracia, igualdad, libertad de empresa, responsabilidad de los funcionarios públicos, entre otros.), todo esto bajo la notable influencia de los enciclopedistas del “Siglo de las Luces”.

El Manifiesto concluye con un llamado a la unidad: ¡A la unión dominicanos!

Sin dudas, merece otra Pincelada.

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