Vivir en una democracia se traduce en la voluntad expresa de disfrutar de plena libertad, respeto a los derechos civiles, políticos y de la propiedad, en un justo sistema de justicia con reglas claras y equitativas.

Pero para lograr una nación pintada con ese color es preciso comprender que el compromiso no es solo de una autoridad que asuma las riendas del Estado, sino de todas las instituciones, las entidades políticas, sociales, incluso de cada ciudadano en particular.

Es tradición, que los partidos políticos tracen sus estrategias de campañas recurriendo a esquemas obsoletos como lo es denigrar y degradar a los oponentes sin ofertas reales de mejora, lo que siempre se derrumba al asumir la cosa pública sobre promesas incumplibles.

El país ahora afronta una serie de problemas en los cuales deben envolverse los partidos, las organizaciones sin fines de lucro, el aparato coercitivo del Estado y cada hombre o mujer consciente de la que la patria es un legado resultante del sacrificio de Duarte, Sánchez, Mella y Luperón y que ahora la ponen en riesgo.

El primero consiste en la inexplicable ocupación haitiana ante la mirada indiferente de las autoridades que deben controlarla y la desidia de una sociedad que solo ve la maldad cuando toca a su puerta, con valor para reclamar, culpar a otros y procurar ayuda. Esto debe afrontarse con decisión, porque mientras más repatriaciones anuncian, mayor número de indocumentados transita por las calles como Pedro por su casa.

Otro aspecto de alto relieve y muy delicado es la forma vertiginosa en que son depredados los bosques, las montañas y los ríos, sin que una autoridad competente juegue su rol y haga cumplir las leyes, sobre todo, la 64-00 y disposiciones administrativas que la fortalecen.

Las tres cordilleras que cubren con su manto las riquezas del país “lloran lágrimas de sangre” por la indiferencia de la gente y, sobre todo, de la autoridad que nada hace por preservar los recursos que de ellas dependen, porque sin bosques no hay agua y si no tenemos agua, la vida se acorta. Unidos podemos más.

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