La presente es una nota biográfica de un espécimen que no debería militar en la izquierda, que cada cierto tiempo reescribo. Es un “divertimiento”, cuyo sombrero no tiene una cabeza determinada ni unas medidas exactas, con el cual pretendo criticar las actitudes de algunos “izquierdistas” que desdicen, con su práctica, lo que predican.

La izquierda debe producir, imagino, sus anticuerpos para rechazar aquellos que sólo quieren lucrarse y cuya característica principal es participar en un movimiento en el que no creen, pero del cual se sirven a sus anchas. Quienes son como “las copias en papel carbónico, idénticas al original salvo que otro color, otro papel, otra finalidad”. (CORTAZAR: Historias de Cronopios y de Famas, simulacros, 1992, Pág. 33).

El “izquierdista” que conozco nace en el interior del país y tras muchas peripecias llega a la Capital de la República e inicia una carrera liberal en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), donde empieza a militar en un movimiento estudiantil de izquierda de mucha trayectoria combativa, lee algunos folletos, y asiste a todas las actividades de protesta de la época (no tanto así a las clases). Luego da el salto “al Partido” en calidad de miembro y teniendo la Universidad como centro de operaciones.

Al graduarse ejerce tímidamente su profesión y logra, por un acuerdo político con las autoridades universitarias del momento, un puesto como docente en la Institución. Más tarde, la organización política a que pertenece le recomienda como “Gerente de Área” de un importante gremio nacional, donde dura más de dos décadas, coincidiendo años después con un puesto similar en la Universidad. Digamos que es “izquierdista” de corazón, pero “derechista y conservador” de estómago.

Sin embargo, este personaje, “de cuyo nombre no quiero acordarme”, y que no fuera nada sin el apoyo desinteresado de la organización a que pertenece, se cree que está en los puestos por un designio obligado de la historia, como si “el Partido” no tuviese otra opción que proponerlo a “él” para los puestos, dando a entender que de todas formas llegaría, aún sin el apoyo “del Partido”.

Tiene un carácter cambiante, a veces irascible, a veces introvertido. Su falta de talento es directamente proporcional a su falta de escrúpulos, pero se cree dueño absoluto de la verdad y la moral: pontifica. Cuando habla, escuchándose a sí mismo, se cree la encarnación del ideal de justicia y de la revolución nacional.
Camina de forma sinuosa, como los muñecos de cuerda; nunca mira de frente, más bien, el mentón sobre el pecho, y los folletos y fólder obligados bajo el brazo, y el saco, abierto, casi hasta las rodillas.

Una vez escribió un libro (claro en contra del imperialismo norteamericano) lleno de frases pomposas y estereotipadas, donde al no poder profundizar resultó oscuro. La edición íntegra se la comen las polillas en algún rincón.

Su nombre no es importante, puede ser ese en quien piensa usted o cualquier otro oportunista de un movimiento que merece mejores hombres y que, a veces, se deja sorprender por algunos “izquierdistas” entre comillas.

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