Durante la fase preparatoria de la primera guerra mundial, Inglaterra perfeccionó un arma que había sido utilizada a través de los tiempos, un arma de desorientación, confusión, estupidización masiva: el arma de la mentira. Algo que tiene que ver con la propaganda, la comunicación social, la censura, la falsificación de la realidad. Algo que tiene que ver con “la revolución industrial y las profundas transformaciones en las tecnologías de la información asociadas a ese proceso, tecnologías que al comienzo del siglo XX permitían ya publicar la información casi en tiempo real, haciéndola llegar a un público cada vez más alfabetizado, tanto en Europa y América”.

El telégrafo, los diarios, la fotografía, el cine, los medios motorizados habían puesto al alcance de un cierto sector
social el conocimiento de hechos que en otras épocas permanecían ocultos o ignorados durante siglos.

Para hacer frente a este fenómeno fue necesario establecer un sofisticado sistema de contención y apropiación, privatización o monopolización de la información.

“La Primera Guerra Mundial – explica Pablo Sapag- marca el comienzo de una etapa que se prolonga hasta hoy y en la que la lucha por la información que libran los aparatos de censura y propaganda y el periodismo se sistematiza cada vez más…Desde ese conflicto en adelante, la propaganda y su aliada la censura se sistematizan y se empieza a hablar de propaganda científica, es decir, estrategias de persuasión técnicamente diseñadas que contrastan con las que se venían utilizando desde la Antigüedad, informales, intuitivas y dependientes de individuos concretos y no tanto de organizaciones establecidas para hacer propaganda y censurar con criterios y objetivos claros”.

La información y la lucha por el control de la información provocó un refinamiento y a la vez un endurecimiento de los mecanismos de regulación social:

“Gran Bretaña fue el primer país que reaccionó desde el punto propagandístico. Ya en agosto de 1914 fueron creados diversos organismos de prensa y propaganda tendentes a la centralización, y en marzo de 1918 vio la luz el nuevo Ministerio de Información, dirigido por William Maxwell Aitken (Lord Beaverbrook), magnate de la prensa y colaborador del Gobierno. Su principal objetivo: atraer la colaboración de los periódicos para mantener la apariencia de un régimen de prensa liberal”. (Miguel Márquez, https://www.20minutos.es/noticia/2101331/0/primera-guerra-mundial/prensa/propaganda/).

Mucho tiempo antes, Honorato de Balzac afirmaba: “La gente piensa que hay muchos periódicos, pero en realidad hay uno solo”, el periódico del poder. Roa Bastos en su libro “Vigilia del Almirante”, dice que el poder de la palabra, “El poder de la escritura sólo existe cuando es escritura del poder”.

La llamada opinión pública está secuestrada en todos los gobiernos y sistemas, y el secuestro real lo ejecutan las agencias noticiosas, que están en manos de los grandes consorcios y corporaciones industriales y financieras. Desde el momento en que las grandes agencias de noticias mandan una información, casi todos los diarios del mundo se convierten en uno sólo y reproducen el mensaje. Ellas deciden lo que es verdad o mentira.

La información, el acceso a la verdad o la mentira vale tanto como el oro. Fue eso lo que permitió a la adinerada familia de banqueros Rothschild realizar la famosa jugada maestra de Waterloo. Los Rothschild financiaban a los principales contendientes, Inglaterra y Francia, y Nathan Mayer Rothschild fue uno de los primeros en enterarse del resultado de la batalla y con esta información en sus manos jugó a la baja en la bolsa de valores de Inglaterra, hizo creer que Francia había ganado la batalla, hundió el mercado, compró en secreto las acciones devaluadas y se hizo prácticamente dueño del país.

Para los Rothschild la información vale tanto como el oro. La sangre vale su peso en oro. El arma de la mentira vale más que el oro. Entre los miembros de la élite secreta que planificó la primera guerra mundial no podía faltar y no faltaba un Rosthchild.

Sir Alfred Milner se echó sobre los hombros “la tarea colosal de preparar el Imperio para la guerra”, predicar en todos los confines del imperio la necesidad de la guerra contra una Alemania satánica y satanizada. Correría la sangre y se convertiría en oro.

El privilegio de participar en la primera guerra mundial le costaría a los súbditos de Reino Unido casi un millón de muertos.

El Brazo de Propaganda de la Élite Secreta: la Prensa
Gerry Docherty y Jim MacGregor

El control de la política nunca ha sido un problema, ni tampoco el control de la prensa. Lord Northcliffe (Alfred Harmsworth), el más poderoso magnate de la prensa, fue un valioso contribuyente de la Élite Secreta con su tendencia a vilipendiar a Alemania y a preparar a la nación para la guerra eventual. Su propiedad de The Times y del Daily Mail permitió que ellos crearan la impresión de que Alemania era el enemigo. En historia tras historia, el mensaje del peligro alemán para el Imperio británico, para los productos británicos, o para la seguridad nacional británica, era constantemente regurgitado. No todos los periódicos siguieron el ejemplo, pero la prensa derechista fue particularmente virulenta.

Una sección grande e influyente de la prensa británica trabajó para la rabiosa agenda de envenenar las mentes de la nación. Eso era parte de un esfuerzo de propaganda sostenido directamente hasta y durante la Primera Guerra Mundial. Si The Times fue su base intelectual, los diarios populares difundieron el evangelio del odio anti-alemán entre las clases obreras. Entre 1905 y 1914 historias de espías y artículos anti-alemanes lindaban con la locura en lo que era un escandaloso intento de generar miedo y resentimiento.

Solicitando a las Colonias Carne de Cañón

Sir Alfred Milner estableció la tarea colosal de preparar el Imperio para la guerra. Gran Bretaña tenía sólo una pequeña y altamente entrenada Fuerza Expedicionaria, pero el Imperio permanecía como una enorme fuente sin explotar con más de seis millones de hombres en edad militar. Milner sabía que cuando la guerra llegase él tenía que asegurarse de que Australia, Nueva Zelanda y Canadá estuvieran hombro con hombro con Gran Bretaña. Una Conferencia Colonial fue sostenida en Londres en 1907 para envolver la Bandera del Reino Unido alrededor del Imperio.

El Primer Ministro Alfred Deakin de Australia era el principal objetivo de Milner. Ellos compartieron escenario en el Salón de la Reina en el cual Milner elogió a Deakin y el compromiso de Australia con el Imperio, y destacó los vínculos de raza y lealtad que ligan a ambas naciones. Ellos adoptaron un plan para organizar el dominio militar de acuerdo con el reorganizado ejército británico de modo que ellos pudieran ser integrados en “una emergencia”. Eso condujo a la reorganización completa de las fuerzas de Nueva Zelanda y australianas.

Canadá, del mismo modo, tenía una reserva enorme de hombres jóvenes, y en 1908 Milner emprendió un viaje ferroviario de costa a costa elogiando el espíritu canadiense, su patriotismo y su lealtad al Imperio.

En Junio de 1909 él comunicó sus energías en una Conferencia de Prensa Imperial en Londres que reunió a más de 60 dueños de periódicos, periodistas y escritores desde más allá del Imperio. Se hicieron todos los esfuerzos para impresionar —en realidad, para intimidar— a los invitados, con alabanzas y hospitalidad pródigas. Él estaba determinado a reunir el apoyo del Imperio para la madre patria en tiempos de guerra. Viajando en tren privado en primera clase, ellos visitaron fábricas de armamentos en Manchester y un astillero en Glasgow donde estaban siendo construídos unos destructores para Australia. Se concedieron grados honorarios a diversos periodistas principales de Canadá, Australia, India y Sudáfrica.

En el discurso fundamental Lord Rosebery, un miembro de la Élite Secreta, advirtió que nunca antes en la Historia del mundo había habido “una preparación para la guerra tan amenazante y abrumadora”. Aunque Alemania no fue mencionada por su nombre, la inferencia clara era que el Káiser se estaba preparando para la guerra, y que Gran Bretaña y el Imperio debían prepararse rápidamente. Lord Rosebery pidió a los delegados “recuperar nuestros jóvenes dominios a través de los mares”, y el mensaje fue que “el deber personal hacia la defensa nacional descansa en cada hombre y ciudadano del Imperio”.

Milner más tarde envió a sus acólitos más confiables para organizar grupos locales influyentes a través de todo el Imperio. Su mensaje repetía el mantra de lealtad, deber, unidad y las ventajas del Imperio… El Imperio… el Imperio. En el análisis final, Australia colocó su marina bajo comando británico, y un total de 332.000 australianos fueron a la guerra. Nueva Zelanda envió 112.000 hombres. El Imperio cumplió “su deber”, y sin embargo ¿qué ha oído usted alguna vez acerca de Lord Alfred Milner?

(Gerry Docherty y Jim MacGregor, http://editorial-streicher.blogspot.com/2017/05/sobre-los-origenes-de-la-1-guerra.html).

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