Fernando Savater es un filósofo y escritor español que no necesita presentación: es quizás el más famoso filósofo de habla hispana vivo. Además, es un gran lector y, más aun, un destacado divulgador cultural. Su estilo es claro, directo, que simula una cálida sencillez, pero sostenida sobre su enorme cultura.
El primer libro de Savater que leí, “Criaturas del aire”, es una serie de monólogos en los cuales grandes personajes de la literatura contaban sus historias, y que fue publicado en una serie llamada “Periolibros” del periódico Listín Diario. Me sorprendió la enorme cultura del autor, que al escribir el libro tenía, apenas, 33 años.
Luego leí su “Diccionario filosófico”, un diccionario al estilo de Voltaire, y que está hecho para leerse más que para consultarse, una delicia. Y así vinieron otros, incluido “Malos y malditos”, sobre el que comento en esta Pincelada.
En este libro Savater aborda el mundo de los villanos de la literatura, los cuales son fundamentales para la trama pues sin ellos “las narraciones resultarían aburridísimas” (p.14). El autor distingue tres “clases de tipos peligrosos”: los malos, los malditos y los adversarios.
Para Savater: “Los verdaderos malos son así porque quieren: podrían ser buenos, pero prefieren fastidiar al prójimo, abusar de los débiles y apoderarse de lo que les gusta sin respetar a nadie” (p. 14). Y afirma que de esos malos de verdad “hay bastantes menos de lo que suele creerse”. Entre estos malos figuran el profesor Moriarty o Lady Macbeth.
Los malditos que, para el autor abundan más, son “los que quisieran ser buenos, pero acaban haciendo pupa porque los demás no les ayudan, les rechazan o no les entienden”, entre estos coloca a la criatura de Frankenstein y al fantasma de Canterville. Según Savater, los malditos son “buenos con mala suerte”.
Y, finalmente, los adversarios, que no colocó en el título del libro para no hacerlo tan largo, son tipos que “no son ni malos ni malditos”, que quizás no conocen estos conceptos de bondad o maldad y que “nos amenaza y es preciso luchar contra él, pero no por eso podemos decir que sea malo: sólo es malo para nosotros porque hemos chocado con él”. Y pone ejemplo de un tiburón, el cual “puede ser nuestro adversario si nos lo encontramos cuando vamos nadando por el mar: el bicho no es ni bueno ni malo, lo malo es… encontrárselo con hambre”.
Según Savater sentimos una inclinación natural por los malos. Además, de su imprescindible función en las tramas de todas las obras universales. Él dice que Sherlock Holmes “tuvo dos de los dones más importantes que pueden ayudar a un hombre de mérito: un amigo fiel y un enemigo implacable”. Y esa némesis lo era el profesor Moriarty, quien era “el padre de todos los negocios sucios, el que planea los asaltos más audaces, el que trama los asesinatos indescifrables” (p. 40).
Savater nos invita a reflexionar sobre nuestra naturaleza. Y el espacio, dictador, nos obliga a concluir. Seguiremos con otra Pincelada al respecto.