Muchas veces las formalidades que impone el derecho a los abogados implican el uso de calificativos dirigidos a los jueces que en algunos casos les quedan demasiado grandes.

Hace poco un colega llevó un caso ante la justicia que me confirmó mis aprehensiones y las fuertes críticas que por años he dirigido al sistema judicial.

Abuso de poder, dudosa independencia y una creciente cantidad de lujos en más los despachos de las altas instancias engrosan profundas deficiencias e inequidades.

Aún no estoy muy clara si lo que más abunda es jueces que toman decisiones basadas en conveniencias personales o jueces ineptos que toman decisiones como consecuencia de su ignorancia. De todas formas, el resultado es el mismo: Indebidos procesos en el marco de una justicia injusta, sentencias viciadas y, en muchos casos, víctimas nueva vez victimizadas.

Lo que es más común es la incapacidad para tomar sin temores decisiones que afecten grandes intereses. En ese orden, se ha hecho habitual el empleo retorcido de tecnicismos procesales como bajaderos para evitar siquiera decidir el fondo de los casos.

La cabeza del poder judicial se muestra temerosa en fijar posiciones que generen enemistades con sectores influyentes, aunque sean las más, evidenciando con ello falta de responsabilidad, algo peligroso en un sistema tan vertical.

A algunos de esos magistrados a quienes las costumbres y circunstancias obligan a llamarles honorables, quiero recordarles que el papel de la justicia debe ser trazar la línea para evitar atropellos y, quiero reiterarles lo que ya en estrados he dicho: que deseo equivocarme cuando digo que el sistema está dañado, que quiero ser sorprendida por una expectativa nuevas generaciones, por un ejemplo para jóvenes que aún conservan intactos sus ideales. Lo lamentable es que la práctica en muchos indica que por ahora no será así.

Algo positivo, sin embargo, ocurre. Y es que la sociedad que por mucho tiempo estuvo anestesiada ya está despertando. La gente expresa su desconfianza en el sistema judicial, rechaza sus vicios y poco a poco está comenzando a señalar con dedo acusador a sus protagonistas. Por tanto, de seguir los espectadores gestando ideas para tratar de involucrarse en un verdadero cambio, que se preparen los honorables, que quizás las ventas en ese mercado de inmoralidades muy pronto sean desenmascaradas.

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