Se define como democrática la forma de organización social que otorga el poder al pueblo, a través de su voto. “Gobierno de la multitud”… decía Platón.

Conviene aclarar que cuando se inventó, en la antigua Grecia, apenas el 25% de los habitantes era considerado “apto para votar”. No calificaban los esclavos ni las mujeres, ni los extranjeros. O sea que solo votaba una “élite con nivel”. Más o menos como lo hace hoy el Vaticano, donde solo votan los cardenales. Ni los sacerdotes, ni los párrocos, ni siquiera los obispos. Y mucho menos las monjas y los feligreses.

Hoy es inconcebible hablar de forma demacrática sin que implique sufragio universal. Todos votan, y todos los votos valen lo mismo.

Da igual que seas analfabeto, bobo o trastornado, que seas mecánico, médico o doctor en economía, religioso o ateo, que seas un joven ingenuo o un hombre con experiencia, que seas un viejo resentido o una mujer histérica, que consumas drogas o que seas abstemio, que hayas devorado los clásicos o que no hayas abierto un libro, que tengas o no sentido común…tu voto se cuenta como el de los demás.

Muchos grandes pensadores advirtieron sobre el peligro de que todos puedan votar. Porque la mayoría suele ser ingenua, y no entiende las implicaciones de su elección.

Entonces se abren las puertas a la demagogia, y a que mentes astutas engañen con promesas imposibles de cumplir.

El engaño empieza por el concepto “poder para el pueblo”. El pueblo no ha tenido ni tendrá el poder. Pero hacérselo creer les encanta a los populistas y por eso no se quitan la palabrita “democrática” de la boca, a manera de mantra manipulador. Como es más fácil engañar a gente sin espíritu crítico, los que quieren el poder están encantados con que la mayoría lo sea.

La muchedumbre inculta y ciega termina poniéndolos a gobernar, porque se deja endulzar los oídos con cosas que gente pensante jamás compraría: “por el hecho de existir te vamos a dar tu vivienda y tus hijos recibirán la mejor educación, serás igual que los ricos, tendrás empleo seguro y una salud envidiable, te protegeremos de la delincuencia y de todo tipo de abusos, estamos aquí para cuando nos necesites, te liberaremos del yugo opresor de quien te explota” y tantas otras falsedades.

Esta debilidad racional de la masa permitió que subieran al poder Hitler, Chávez, y ahora Boric… Los pensantes que advirtieron sobre lo que se avecinaba en sus países no tuvieron más remedio que resignarse y pagar las consecuencias de lo que la mayoría les impuso de una forma democrática.

Otro fallo del régimen democrático es que incentiva a que se gobierne, no como estadistas, pensando en la prosperidad y bienestar a largo plazo, sino para ganar elecciones.

Reformas imprescindibles para el progreso como reducir el Estado y sus instituciones inservibles, disminuir la asistencia social (o fábrica de mendigos), eliminar subsidios, desmantelar sindicatos (o grupo de agitadores), privatizar servicios (la mayoría de ellos malos porque están entorpecidos por la burocracia)…se postergan porque demasiada gente se ofende y cuestan votos.

Aun así se entiende que la forma democrática democracia es el menos malo de los sistemas. Pero observando que a pesar de la situación de Cuba, Argentina y Venezuela, Latinoamérica se empeña en girar a la izquierda, porque la masa es incapaz de identificar las causas del porqué sus vecinos son cada día más pobres, cabe preguntarse si no es hora de inventar otra cosa que la sustituya.

Aristóteles decía que la esperanza era el sueño de los despiertos. Quizá algún día surja algo mejor.

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