Ser reconocido por el principal premio del arte y el espectáculo del país tiene sus méritos. Para algunos artistas, este reconocimiento tiene un peso personal mucho más arraigado que el significado que pudiera tener para en el sentido comercial. Esto a propósito de las ganancias que puede lograr una película, por ejemplo, cuando gana el Oscar. Actores, actrices, directores que reciben este codiciado galardón, además de la realización personal que trae consigo, ven dispararse su cotización en el campo cinematográfico.
En el país surgió en los últimos años un grupo de solistas jóvenes que se ha preocupado más por tener un premio en sus manos que haber alcanzado el éxito. Grabar, promocionar, ir de gira, dar conciertos o popularizar una canción pasa a un segundo, a veces a un tercer lugar. Están más preocupadas por lograr portadas en las páginas de espectáculos, y cuando se acercan los días previos a nominaciones intentan, algunas de ellas, lo impublicable para aparecer entre las agraciadas.
El año pasado, una de esas solistas, “asesorada” por un “asesor” que cada vez que da un paso para supuestamente contribuir con su éxito, provoca que ella retroceda a gran escala, se coló entre las postuladas a Cantante solista del año. Como “baladista” fue nominada, pero este año resulta que no era “solista”, sino “cantante urbana”, como la bautizó el zorro de su consorte, por demás, un crítico advenedizo para el periodismo de estos tiempos, cuando todo aquello que no aguanta el papel va a parar al zafacón de un blog que poco le falta para ganar categoría de libelo.
Los premios se ganan sobre el éxito, no sobre la base de reconocimiento al que aspiran los que se esfuerzan por trascender a la cotidianidad. El esfuerzo es eso, poner empeño para ganar lo que se reserva a la excelencia. Todas las premiaciones del mundo, no importa el campo de su especialidad, honran lo más trascendente del año que se galardona, aquí todavía es una tarea pendiente, sobre todo en el renglón del espectáculo, en la farándula, que desde este lado debemos reconocer esos esfuerzos. Debemos hacerlo, pero no desde las premiaciones.
