Con la entrega al gobierno y pueblos haitianos de la universidad construida por República Dominicana en Cabo Haitiano llega a feliz término la promesa presidencial del doctor Leonel Fernández de que construiría un centro de esa categoría en esa nación, después de aquel fatal terremoto que devastó a esta hermana república. No son pocos los que han cuestionado este gesto. Algunos lo dicen disimuladamente, otros entre sus más cercanos y muchos lo han comentado en medios de comunicación.
Creo que el presidente Fernández se enaltece con esa obra. Aunque algunos apelan a nuestras fallas y precariedades en el sistema educativo, deterioro de aulas, o falta de recursos económicos para impulsar nuevos proyectos, yerran en cuanto a la misión de este importante centro de capacitación profesional.
Y es que Haití no sólo se merece esta hermosa edificación por ser nuestros vecinos más cercanos, sino además, porque nosotros también deberíamos ser agradecidos.
Ayudas
Ser agradecidos porque República Dominicana también ha recibido muchas ayudas internacionales por nuestra condición de nación pobre y subdesarrollada. Incluso de países con problemas mayores que esta media isla como es el caso de Cuba, que nos donó en Baní un instituto politécnico, cuando en ese país hace falta de todo, sin procurar los motivos.
Ni hablar de otros países que han donado escuelas, plazoletas, centros de arte y dinero en efectivo en momentos de emergencias o en condiciones normales.
El gesto del presidente Fernández, lejos de ser criticado debe ser emulado por algunos sectores, que superando el aspecto esencial de la solidaridad, tienen motivos de sobra para darle una manito a esta nación y a sus pobladores.
Ese es el caso de los grandes productores de café y cacao, los gestores de grandes construcciones, como los hoteleros y dueños de inmobiliarias y los cultivadores de caña de azúcar, que siempre serán los más beneficiados de la cercanía geográfica entre República Dominicana y Haití.
