Al escuchar y reflexionar sobre distintas frases con que se suele describir a las palabras, deberíamos concluir en que las mismas por sí solas carecen de importancia y valor.
Gustavo Adolfo Becquer dijo que eran de aire y como tal se esfumaban en el aire.
Quizás, con su afirmación, el poeta quiso dejar claro que de nada vale decir sin hacer.
Canciones, poemas y cientos de historias y reflexiones, tratan de demostrar que muchas veces las palabras que decimos, que nos dicen y las que sin querer o queriendo, escuchamos, son vacías y las decimos por salir del paso o por hacer felices a otros. También existe quien diría que la gente dice cualquier cosa para lograr lo que quiere o para impedir lo que no quiere.

Unas veces las situaciones en las que nos encontramos en determinado momento, nos llevan a decir cosas que ni siquiera pensamos, ni nos preocupamos por saber las dimensiones de los efectos que estas pueden causar en aquel a quien se las decimos.
Otras veces, las pronunciamos totalmente conscientes de lo que estas implican, pero no nos importa. A más de una persona le han incumplido una promesa, a más de uno nos han herido con palabras que no merecemos y que dejan profundas huellas en nuestras almas.

Del mismo modo, a muchos otros hemos lastimado con lo que decimos, pero sin dudas, lo más doloroso es el incumplimiento de una promesa. Todas esas cosas provocadas por nosotros mismos son las causantes de la pérdida de la confianza en lo que nos dicen, nos juran y nos prometen.

A lo largo del tiempo, las personas confían más en lo que ven que en lo que escuchan.
Sin embargo, no debemos olvidar que muchas veces hacemos cosas impulsados por las circunstancias.

La credibilidad se construye con el tiempo. Creo en hechos y palabras cuando vienen de quienes a través de los años me han demostrado su sinceridad y lealtad.

Es muy cierto que en determinado momento deseamos escuchar ciertas palabras y que estas nos ayudan a sentir mejor y hasta un poco felices, pero son más contundentes las acciones que respaldan esas palabras, que si no pasan al lenguaje escrito, en efecto y sin remedio terminarán arrastradas por el viento.

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