Cuando las cosas, con razón o sin ella, no marchan como desearíamos, en vez de buscar los por qués, lo primero que debemos hacer buscar en nosotros mismos.

Analizar nuestro proceder sin apasionamientos, sin justificarnos, sin disculparnos.

Debemos asumir nuestras responsabilidades.

Es nuestro deber reconocer que a veces somos nosotros los responsables de muchas situaciones desagradables, de nuestros mayores sufrimientos.

En algunos casos por dejarnos llevar por nuestros impulsos, por escuchar a quienes no debemos, por anteponer el orgullo al amor, la soberbia a la humildad, por pensar en vengar una ofensa, nos hacemos sordos a la voz de la razón, y peor aún a nuestros sentimientos.

Es muy común que nos dejemos dominar por la rabia y que movidos por la ira incurramos en errores graves, cuyas consecuencias nos afectan toda la vida.

No es raro que nos dejemos cegar por la indignación que nos producen algunas actitudes y acciones de las personas que queremos, sobre todo porque jamás estamos esperando que nos lastimen.

En nuestro dolor hacemos y decimos cosas, que quizás, si nos detuvieramos a pensar y contar hasta 10 o hasta 100, jamás habríamos dicho, ni hecho.

Pero es así como actuamos, empujados por nuestros impulsos.
Entiendo que cuando se es y se vive de una forma, no es fácil cambiar de la noche a la mañana, pero nunca es tarde para reconocer que nuestra forma de llevar algunos aspectos de nuestra vida, no ha sido la mejor.

Siempre será un buen día para nuevos aprendizajes, para aprender a pensar antes de hablar o textear.

Es tiempo de reconocer cuando la actitud de alguien que amamos es solo su respuesta a nuestras acciones.

Cuando actuamos por impulso no medimos las palabras, no nos damos tiempo para pensar el dolor que podemos causar.

Cuando actuamos movidos por la rabia, la soberbia no nos permite aquilatar las dimensiones de las consecuencias, que muchas veces nos afectan más a nosotros que a los demás.

Es verdad, no se cambian algunas conductas de la noche a la mañana, no se rompe un patrón al que uno se ha ajustado desde que se tiene uso de razón, pero si se puede lograr con paciencia, no solo de uno mismo para asumirlo, sino también de quienes nos rodean cuando valoran nuestros esfuerzos por lograrlo.

Posted in Edición Impresa, Mi Tiempo, Opiniones

Más de edicion-impresa

Más leídas de edicion-impresa

Las Más leídas