El costo para construir la cañada de Gurabo es de 42 mil millones de pesos

El día estaba soleado, de playa, como casi todos los días en este país. Era jueves fatal, tanto para los riferos y su número 13, como para los capitaleños en sus recuerdos de guerra.

-José, vamo a ver la cañá de Gurabo, me dice Víctor Polanco al teléfono. Recogimos a Chepe y llegamos a donde se remoza el río Gurabo al entrar a Santiago para rendirse al Yaque.

De arroyo limpio, con el tiempo pasó a ser “la cañá de Gurabo” cuyas riveras fueron pobladas por gente que no tenía con que caerse muertos y que el Ayuntamiento se hizo de la vista gorda para ganar votos y nada más. Las cloacas encontraron un curso legal que, junto a las toneladas de basuras, plásticos, la convirtieron en un peligro ambiental.

La batalla, entonces, para sanearla, casi como la que libró el general inglés Arthur Wellesley en Waterloo, mejor conocido como “The Duke of Wellington”, le tocó a otro Wellington: al joven político Arnaud.

Evidentemente que su padre fue un admirador del inglés. En ese entonces era un ícono del PRD cuando este era un partido, tenía un buey que jalaba más que un pelo de una yunta y se alumbraba con el jacho que dibujó Príamo Morel en su logo. Bautizó a su hijo como aquel general, casi contemporáneo de Francis Drake, y esperó que este continuara su lucha.

El día que Wellington se apareció por el lado oeste de Santiago para iniciar su batalla, contaba con un “ejército” de ingenieros, arquitectos, obreros de la construcción a lomo de sus yipetas, grúas, palas mecánicas, volteos, por el mismo sitio por donde Pierrot había entrado dizque con 10 mil soldados, que salieron “juyendo” en retirada al primer tiro de arcabuz de Fernando Valerio.

Esta no era la primera batalla del joven Wellington. Ya había desenvainado su sable de abogado que le ganó, en Inapa, contra ingenieros que levantaban una artillería de argumentos de un famoso Artículo No. 7, de una obsoleta Ley 5994 que databa de 1962. Tan obsoleta como el mismo escudo con su molino de agua y cañerías inspirados en los construidos en la Era.

Al momento de la Batalla de Inapa, Wellington declaraba que el 70% de los dominicanos no tenían agua potable. Convirtió esta declaración en su slogan para las siguientes batallas, ahora al frente de la misma Inapa.

Poco tiempo después declaró que “un millón 400 mil dominicanos más, ya tenían acceso al imprescindible líquido que los químicos insisten en llamar H2O.

La estación de vigilancia o “edificio de control”, frente a La Tenería Bermúdez, pero al lado este de la cañada, es un triángulo arquitectónico de buen gusto y moderno por demás, desde donde pudimos ver la magnitud de la obra: el lecho con una base sólida de cemento para el caudal natural, el parquecito, para hacer ejercicio, las tuberías que recogen las aguas cloacales que ahora no caen en la cañada y que van a parar a otras tuberías que terminan en un envase de reciclaje; el paseo peatonal que la bordea, el mural con la historia resumida desde Colón al monorriel, el parqueo, la limpieza, todo vigilado celosamente por Carlos Espinal quien, con una amabilidad de campesino de las lomas, nos sirvió de guía.
El costo de la obra es de 42 mil millones para construir, que no es lo mismo que 42 mil marines de pesos para destruir. (Nota: esto no es un espacio pagado).

Posted in Cultura

Más de gente

Más leídas de gente

Las Más leídas